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13* tímalo tan grande para los que sienten en sus pechos, como nues- tro Seráfico Fundador, palpitar la vocación de apóstoles de Jesu- cristo y de su Iglesia y anhelan por consagrarse a extender su reinado entre los hombres privados de él! ¡Qué ejemplo de celo el de los Misioneros, tan admirable y provechoso para todos! La utilidad de esta clase de escritos es tan evidente a todas luces, que el más miope en este asunto, la ve. Este provecho de los re- ligiosos es sin duda uno de los fines de esta nueva obra del muy reverendo P. Froylán de Rionegro; tarea penosa que hoy contem- plamos terminada, y que ha de producir seguramente una reac- ción noble y santa en favor del estudio de las Misiones. El autor, por de pronto, ha roto los muros del tiempo, para que claree el pasado de ellas, y esa luz que los hechos de nues- tros Padres nos legaron, corno un tesoro inapreciable, iluminará los pasos de los Misioneros presentes y del porvenir en sus ás- peras y gloriosas empresas, que serán otras tantas piedras pre- ciosfsirnas engarzadas cii la aurea corona de la Religión y de la Patria. Además de la gloria de nuestro hábito y de la utilidad común, hay otro objeto noble y meritorio que debemos al P. Froylán al escribir la historia de las Misiones Capuchinas en Venezuela; és- te es, sencillamente, dar forma a lo informe; el autor ha hecho re- surgir los elementos y miembros que integraban ese hermosísimo cuerpo de la Misión Franciscana en aquella República, y que aún no habían encontrado quien los alzase de los diferentes sepulcros en que separados y muertos yacían. Mas, desenterrados y unidos unos con otros, aunque no todos, ni mucho menos, merced a la labor desinteresada y prolija, de veinte años de trabajos del autor, vuelven hoy a ocupar su correspondiente sitio en el cuerpo de la Historia, animados por el soplo de vida de la inteligencia y de Ja constancia humana. Nuestros antiguos Padres y misioneros, atentos sólo al fiel desempeño de sus ministerios, no cuidaron de otra cosa que de tributar gloria a Dios y de salvar' las almas, mediante la fervoro- sa, divina palabra y enseñanzas de la Iglesia, y la administración diligente de los Sanlos Sdamentos; lIeloS también de un pro-

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