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12* que han de ser riquísimas canteras seculares, en donde se guarden envueltos en el polvo de los legajos los filones de oro de la His- toria de España, de Venezuela y de la Orden Capuchina, eminen- teniente apostólica y evangelizadora? ¿No sería una obra inmor- tal y de colosos, la que diese a la estampa riquezas tan estima- bles y timbres de gloria tan legítimos? Pero, ya que es tan difícil, por la falta de medios, sacar de los Archivos ta historia general de nuestras Misiones Capuchinas en América, és fácil, relativamente, reconstruir ésta por partes, o sea por las respectivas Misiones que cada Provincia tuvo en aquellos países, encargándose de este importante trabajo Padres, ora de la Provincia, ora misioneros, que sientan el fuego del amor y del celo por las cosas de nuestra madre la Orden (a la que debemos tanto en los órdenes físico, intelectual y moral) y en cuyo honor debemos trabajar todos sin cansarnos, en la medida de nuestras facultades. Me es gratísimo recordar aquí, que en el sentido que vamos hablando ha dado ya su ópimo fruto, no sólo lo Provincia de Castilla, con la obra inmortal del P. Froylán de Rionegro, sino también la de Navarra, en parte, con el Muy Rdo. P. Ignacio de Pamplona, misionero, que en 1911 publicó su <Historia de las Mi- siones Capuchinas en Chile y Argentina». Obra que he tenido el gusto de leer, completa, interesante y digna de la bien cortada pluma del P. Ignacio. Ni que decir tiene la utilidad que reporta a la Orden y a la so- ciedad y a nuestra juventud estudiosa el conocimiento de las Mi- siones Capuchinas. En ellas se aprecian el trabajo, los sufrimien- tos del misionero, la vida de continuado sacrificio que lleva sobre sí, lo expuesto que está siempre a ser víctima de la ferocidad sal- vaje en medio de aquellas selvas, y, en una palabra, el fin nobilí- simo que le mueve a todo esto, cual es la gloria de Dios, la sal- vación de aquellas pobres almas, y su levantaniiento del estado de barbarie al de seres civilizados y cultos, en lo posible, ense- ñados por el humilde hijo de S. Francisco, en los oficios, en las artes, en las primarias letras y en las obligaciones de la sociedad doméstica, civil y religiosa. ¡Qué espectáculo lan hermoso para nuestras juventudes que aspiran al ministerio sacerdotal! ¡Que es-
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