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83* 1 fundadores, los padres y civilizadores de gran parte de Ve- uela; y los que organizaron la vida religiosa, civil, moral y ial, en los cinco centros de administración y gobierno que ieron en estas antiguas proviñciasespañolas._-.Cumaná, Tri- ad y Guayana, Caracas y los Llanos, Apure, y Maracaibo, Mas cuando los misioneros se mostraban si se puede decir s grandes era en las calamidades públicas; entonces defen- dían particularmente a sus subordinados, no sólo la vida, sino también la fortuna; para eso organizaron a los mismos indíge- nas, a quienes dirigían y protegían con su autoridad de padres, de gobçrnantes y maestros. Pero como «el salvaje tira al monte siempre»,, según la expresiva frase del vulgo, los misioneros, de hecho, tuvieron muchísimo que sufrir de la inconstancia indecible de los indígenas: esto les obligaba a vigilar constante- mente sobre las reuniones clandestinas, para evitar la desunión y la perturbación del orden y hasta el acabamiento de los pueblos, lo que sobre todo al principio no pudieron impedir algunas veces por falta de medios (i). Finalmente, los misioneros terminaron de organizar la administración y gobierno civil de sus misiones, instruyendo a los indígenas en la fuerza de la última voluntad y testamento de los finados, según el orden establecido por las costumbres o por las nuevas disposiciones que se daban para el bien co- mún, con el fin de guardar el derecho natural de las hereñcias; y es forzoso no olvidar, para conclusión de este capítulo, que respetaron y hacían respetar los despojos y cadáveres de los indios, y que vigilaron por el honor de los sepulcros (2). (i) Vid. Relaciones. (2) Recop. x. iS. x.

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