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73* voluntarios también en su celibato y continencia, tienen otras muchas actividades de virtud y de ciencia, y de otros servicios excelentísimos y de alta importancia al género humano, y de tanto si no de mayor beneficio y gr'andeza a la sociedad, pues «no sólo vive el hombre de pan únicamente (i); y el divino Redentor, quien vino a cumplir la Ley y no a deshacerla (2), nos asegura por el Nuevo Testamento que el estado de virgi- nidad y continencia es superior al estado de matrimonio (a). De esta manera los misioneros, sin tergiversar los deberes y los derechos de la sociedad y del individuo, dieron a la vo- luntad humana campo ancho de acción, dentro de la honestidad y del orden. Con el fin de apreciar debidamente el mérito del orden religioso, moral y social desarrollado por los misioneros, roga- mos al lector que se detenga por un momento en examinar la dirección sana y legítima que daban al matrimonio; así podrá darse mejor cuenta del trabajo de estos civilizadores insignes y de las leyes de buen gobierno que implantaron entre los indígenas. Basados los misioneros en la libertad individual de todo hombre, enseñaron a los indios que el matrimonio no es permi- tido sino libremente, sin violencia ni error sustancial o esencial en ambas partes; de lo contrario, no obraban válida ni líci- tamente: y que es condición esencial al matrimonio, que se contraiga entre personas hábiles, pues la sociedad conyugal o matrimonial, no tiene por término la sensualidad, y por lo mismo, el hombre no debe regirse en asunto tan importante p& el instinto sensual, sino por la razón principalmente. Además, según el orden de la naturaleza y el mismo origen del matrimonio, esta institución divina pide uno y una simultá- neos desde su fuente y principio (4): y así como la naturaleza obra a perpetuidad, así también el matrimonio del hombre y de la mujer, por ordenación divina y por derecho natural, es (x) Sapient, 16. no.: Mat. 4 , 4.: Luc. 4. 4. (z) Mat. S. 17. () 1. Cor. 7. 38. Mat. 19. 11, () Génesis x. 25.: Cap. 5. y. 2.

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