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46* pendencia interior, sino que es necesaria también la exter de ese modo elevaron al indio a la expresión nobilísima culto externo, tanto en el orden privadó o individual, como el conjunto social de las tribus, pues el acto interno de la r& gión natural se perfecciona por el acto externo y social, ta necesario y tan natural al conjunto social como el acto indW dual, y tan racional el uno como el otro, y tan obligatorio és' corno el primero. De ese modo los misioneros dignificaron lo' sentidos del indio hasta emplearlos en el servicio de Dios. Pero no bastaba a los misioneros elevar a Dios las accion del indio—casi no nos atrevemos a llamarle ya salvaje—sino, que dirigiéndose a su inteligencia los elevaron maravillosamente a la seguridad intelectiva, por la dependencia y sujeción de 1a razón a Dios, que es la verdad suma; pues el primer deber natural del hombre, como individuo y como tribu, es depender: de la absoluta, suprema y eterna verdad, es decir: de Dios. De ese modo prepararon a los indígenas para recibir la:: revelación, la religión revelada, que no es otra cosa sino la manifestación de lo que agrada o desagrada a Dios, hecha por El mismo; cuya manifestación de hecho el hombre está obliga. do a escudriñar si existe o no, sin mostrar apatía o indiferencia, en asunto tan elevado y transcendental; y al conocerla, debe sujetar buenamente su alma, la inteligencia y la voluntad y aun retenerla en la memoria, para acordarse de tan grande bene- ficio. Por tanto, hemos de confesar que fué admirable el método que usaron los misioneros con los indígenas, y esto sin apurar- los, antes bien preparando sus ánimos a fin de lograr de ellos que el hábito adquiriese el desarrollo debido. Que fueran más o menos de prisa no importa: lo cierto es que esta elevación de ideas abría un mundo nuevo a la memoria, a la voluntad y a la inteligencia de los indios. De esa manera, los indígenas podían comprender mejor la absoluta necesidad que tiene el hombre de que Dios le revele las principales verdades de la religión, mediata o inmediata- mente, ya que no repugna a Dios ni al hombre: antes se demuestran mejor los atributos divinos y el mismo conocimien- to de Dios.
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