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33' de los misioneros y el modo como iban preparando el alma de salvaje para mayores empresas, habrá observado que Ja esencia de la naturaleza racional y los dictados prácticos de la razón requieren un orden, y que dentro del mismo orden las acciones y las cosas tienen un valor necesario y absoluto, impuesto por Dios a todos los hombres, hállense en cualquier lugar, tiempc y estado; y son de tal condición semejantes necesidades que ninguna autoridad humana puede abrogarlas ni derogarlas propiamente, ni tampoco dispensarlas; pues es tan grande la norma de la naturaleza que no la dispensa el mismo Autor de ella. De este modo, los misioneros llevaron a los indígenas fija- mente el sólido principio del orden universal, pues daban a la 11 moralidad el primer principio de esta ciencia, la que cimentaban sobre la base inconmovible del Supremo precepto de la ley, natural, y no en la espontaneidad del conocimiento, ni en la. ley de la razón, ni en la piedad y el amor de sí mismo, ni en. todo el conjunto social, sino en aquel primer principio al cual se dirige la primitiva tendencia de la voluntad humana; es. decir, al bien: el bien es forzoso; el bien hay que hacerlo: bo- num est faciendum. Y si toda sanción de ley necesita su correspondiente efica- cia, los misioneros en sus conversaciones, pláticas y sermones,. la presentaban a los indios imperfecta en la vida presente, y cumplida en toda su realidad en la vida futura, en la vida eterna. De esta manera, suave y fuertemente, los misioneros im- piJsaron al cumplimiento de la ley natural a los indígenas, háta hacerles comprender el orden perdurable del cielo y el desorden perpétuo del infierno: premio y castigo que por su eternidad constituyen la suprema sanción de la ley natural y divina. ¡Trabazón sublime de enseñanzas, las que son capaces de mover la voluntad y el ánimo más descuidado, pervertido y rebelde al seguimiento del orden y de la ley çterna de Dios[
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