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28* Católica, llevados de aquel dulce amor y copiosa inteligencia que el seráfico Padre San Francisco de Asís supo infundir en todas sus reglas y altísimas enseñanzas, han merecido bien de la humanidad! ¡Lo que más extraña es que nuestros mayores hayan tenido oculto este tesoro de la civilización sin haberlo esclarecido antes, contentándose con hacer el bien sin buscar las alabanzas de los sabios! Sin embargo, por algo dijo nuestro divino Salvador: «cuando hagas algún bien no dejes tocar ni cantar a la puerta de tu casa, antes procura que tu mano iz- quierda ignore lo que hace la derecha' (i). Mas ya que ellos lo callaron, toca a la posteridad escudri- fiar sus trabajos y empresas, no sólo para el bien particular y universal de los presentes, sino también de los venideros, a quienes será útil: y el Espíritu Santo nos manda «preguntar a los mayores», y el sabio nos enseña «recorrer de una en una todas las generaciones» (2). (i) Evang. de S. Math. 6. 3. (2) Deuteronomio, Cap. 32, vers. VIL -

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