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26* Hemos dicho que la primera y esencial moralidad la cons- tituye el objeto moral de las cosas; pero también es cierto que las acciones humanas toman del fin y de las otras circunstan- cias otra nueva modalidad que puede cambiar específicamente la moralidad dé los hechos, y debemos añadir que las acciones humanas, en cuanto a la moralidad objetiva, pueden ser bue- nas, malas o indiferentes; y que entre las mismas acciones buenas, unas pueden ser perfectamente buenas, y otras buenas, pero imperfectas; al igual que entre las malas, unas son grave- mente malas, y otras levemente malas o fáciles de reparar. Nos entretenemos quizá demasiado en estos principios; porque de ellos surgió la sólida e inconmovible base de la civi-, lización de los indígenas, por la gracia de Dios y del trabajo de los misioneros, y también para que de este modo el lector se dé cuenta de la manera que los misioneros llevaron con toda claridad a la inteligencia del indio la diferencia del pecado grave y de las faltas leves: conocimiento indispensable para la civilización y cultura humana. El resultado de esta pedagogía forzosamente había de ser muy provechoso y no tardaremos en ver los admirables efectos de ella. Hemos de notar a la vez, que silos misioneros instruyeron a los indígenas en la moralidad objetiva, lo hicieron precisa- mente para llegar a infundirles la verdadera idea de la morali-. dad sujetiva, es decir, de la perfección del acto que rebosa en.. el que obra, o en la intención del agente; con esto hicieron los, misioneros más de lo que parece, pues los elevaron hasta enseñarles a obrar con advertencia racional, y pusieron patente delante de los ojos del indio el mundo interior de la propia conciencia. El interés que en esto pusieron los misioneros fué tan in- tenso y extenso, que lo encontramos distribuido por todos los actos de la vida; y al encontrarlo, hemos juzgado que con esto, sólo abrieron de par en par las puertas de la civilización a los. indígenas, a pesar de toda la rudeza y de los hábitos salvajes del indio. Efectivamente, nuestros misioneros al enseñar que la recta conciencia es el elemento esencial de la moralidad en relación

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