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106 vincia, por lo menos por la parte de sus tierra llamadas Paria. pero la lastima es que con ser tantos sus ineritos, que a otros que no fueran in- dios les sobraran para mucho lustre, a ellos por ser indios les ocassiona, vna servidumbre, la qual por evitar, tienen por menos daño estar por los montes como obejas descarriadas sin doctrina ni enseñanza, que verse sugetos al lugo pesado de vna encomienda, y dicen se meteran antes, en- tre los Caribes, o, ingleses que entpe los indios encomendados, por no llebar carga tan molesta. CAPÍTULO XIV. CAsos PARTICULARES. Sea el primero, que antes que vinieran los Capuchinos a las indias quiso el cielo prevenirlo, habla-en vna ciudad de las de por aca, cierta mu- ger sierba de dios, y de vn espiritu singúlarissimo, fue esta a las princi- pios de su vida, o, edad, no de las nias ajustadas, y muy celebrada por su erinosura su conversion fue de esta manera. estando cierta ocasion en vn sarao con otras muchas de su porte sintio v ruido como si caiera vn monte, o, cerro, asustada de el estruendo se salio a toda prisa de la cassa, y al salir a la calle, encontro instaneamte. a Christo N. S. derramando arroios de sangre; y junfamte. que le decia, as¡ me tiene tu mala vida; la qual con tal reprehension quedo tan arrepentida que desde luego, ajusto su vida de modo que fue un dechado de virtud, dejo luego las galas, y se vistio vn abito de Capuchina, y con el murio dejando exemplos de virtud y aplaudida por tal de personas muy doctas, y espirituales, esta pues llo- rando delante de xpo. N. S, las, culpas, y ceguedad de estas Provincias, su Magestad la consolo, mostrandole a los Capuchinos (aun antes de ve- nir) que tenia decretado de traer, para remedio, de muchas almas; ya al- gunos de ellos despues quando vinieron, decia los abia ya conocido en la rebelacion que su Da. Mad, antes fue servido de hacerle. Un religiosso missionario predicaba a vn grande auditorio de españo- les, y indios tan ferboroso, quç entre otras, vna ocasion los de el audito- rio le vieron salir vna luz como viia estrella muy resplandeciente, de la boca, y bolar por el ayre asta ponerse ençiniade el sacrario. Al mismo predicando otra ocasion al mismo auditorio, enferborizado y viendo lo poco que los hombres estimaban los dihinos fabores, y que pa- rece abusaban de su clemencia, exclamo de esta manera, suspended Señor, vuestra clemencia, retirad la mano dios mio a los fabores, descargad el azote sobre estas duras peñas, inuebales el duro golpe de vUestro rigor,

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