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CAPÍTULO JI Donde se acaban de averiguar los principios fundamentales sobre los cuales organiza- ron los misioneros capuchinos la administración, el gobierno y la civilización do los indígenas El estudio y la observación del alma del indio podemos asegurar que fué la primera obra de nuestros misioneros; ellos calcularon el estado pasivo y activo de ella; vigilaron las causas que la impresionaban y penetraban; y continuamente se fijaron en el modo de secundar o de rechazar las impresiones que recibían los salvajes; y justo es decir, que esto valió a los misioneros, favorecidos de la gracia de Dios, un triunfo com- pleto para lograr la civilización de los indígenas. Una de las máximas franciscanas es, que «el alma del hombre, a pesar de ser una, hay en ella diversas facultades o virtudes las cuales le di el Señor como instrumentos para qrar; sino que con el poco uso están en nosotros confusas y no con aquella disposición debida» (i), y que si por el uso se purgan, acicalan y limpian obran muy fácilmente lo que dicta la razón y se conforman con la voluntad del Creador (2). Mas, para el cultivo de las acciones humanas y de las mismas facultades del alma, es preciso deslindar los componen- tes de aquéllas, que no son otros que el conocimiento, la (') Fray Juan de los Angeles, Didiogos de la Conquista del Reino de Dios, 1, § V. fol. 32. Ed. Madrid, afio de 1885, calle del Arena' fl.° 20. (2) Creernos que aún no está hecho el estudié debido del alma del hombre, ni se ha penetrado, y acaso no se penetrará lo suficiente, en ese compendio de las maravillas divinas.

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