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I7 * po de un régimen sano y productivo, como era el de las misio nes, cuando éste falta no aciertan los hombres a gobernarse, Según el axioma; la corrupción de lo muy bueno es malísima y casi no admite cura. Cien años de independencia no han basta- do para remediar el caso presente, el que nos proponemos dejar a la consideración de los que tienen el debido olfacus nern ti s para apreciarlo en toda su realidad: no parece sino que los pecados sociales, socialmente se pagan, aún en esta vida,, hasta la cuarta y quinta generación. Replicará alguno que «en la administración y gobierno de los misioneros capuchinos no se podía encontrar la seguridad, ni la paz social ni doméstica, por la razón de estar todos los poderes unidos»; pero si considerarnos que, de ordinario, bajo del poder doméstico se encuentra una dulce paz y una seguri- dad profunda y sabrosa al ánimo, también podremos conocer que los indios, sujetos a la administración y gobierno de las misiones de los capuchinos, tenían el convencimiento secreto y la seguridad absoluta de que todos sus derechos eran bien conocidos por los Padres misioneros, a quienes consideraban con la debida rectitud para respetarlos, y hasta con la fuerza necesaria para defenderlos y protegerlos; pues por la unión de los poderes no quedan inutilizadas la inteligencia, la rectitud, la religión y la fuerza, que son precisamente lo que garantiza la paz y el bienestar público. La realidad es queantes de las misiones de los capuchinos no había en aquellos países más que campos yermos e incultos, y hombres salvajes y bárbaros; y que durante la administración y gobierno de los Padres Capuchinos y por obra de ellos, los indfos salvajes pasaron al estado de civilizados y los campos viéronse convertidos en verdaderas fuentes de producción agrí- cola y pecuaria; y es un hecho el que después del allanamiento de las misiones y de la muerte de los misioneros, aquellos pue- blos, antes tan florecientes y hermosos, quedaron arruinados y sin vida: y los indios dispersos van errantes todavía hoy 1918, por aquellas selvas inmensas, aguardando a que otros misioneros lleguen de nuevo a sacarlos del salvajismo. Esto es lo cierto; lo demás son palabras aunque estén bienn, escritas por los sabios.

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