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CAPITULO XXXI En donde se corrobora lo dicho acerca de los cargos hechos contra el régimen de las misionas, por los resultados que siguieron al faltar los misioneros en la administración y gobierno do sus misiones, se añaden otras pruebas muy interesantes y se da fin y tér- mino a esta introducción Pudiéramos resumir todo lo que quisieron decir los adver- sarios de la administración y gobierno de las misiones en esta proposición que planteamos por cuenta propia, con el fin de estudiarla tan sólo: «Parece que fué estéril y aun absurdo el sis- tema que los misioneros capuchinos implantaron, principalmen- te en la Guayana, y que en nada fué útil al porvenir el régimen autonómico, político y civil que disfrutaron los Padres.» Contestación: Ciertamente que en este año de 1918 ve- mos que una gran parte del territorio de las hermosas y po- tentes misiones se halla convertido en campo de soledad, y que sobre todo en la Guayana, han quedado a Venezuela por pueblos hatos de ganado, y por vecinos, novillos, en expre- si4n significativa del visitador de las misiones A. E. L. (i). Sin embargo, la proposición y cargo que hemos ideado, a nuestro parecer sería aplastante, si las misiones hubieran seguido deba- jo del sistema de administración y gobierno de los misioneros; mas teniendo en cuenta que al tiempo de la muerte violenta de los Padres, todos los pueblos se hallaban llenos de vida y rebo- santes de bienestar, de belleza y comodidades, y en el estado más próspero que permitía el carácter de los indígenas (2); y (i) Citado por A. L Picón, El gran peca/lo de Venezuela, 2A Ed. Maracaibo. fol. 80. (2) Véase Doc. de Blanco y Azpurúa; y OLeary, Diario de Piar. etc.

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