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167* ralt, decimos que el autor de la Geografía de Venezuela debió de ser un poco impresionable; porque en la misma página se hace eco de verdaderas niñerías impropias de un hombre de ciencia yde letras: nos asegura muy formalmente, que «si pa- samos la región de las cataratas, entramos en aquellas selvas del Sipapo, en donde los primeros misioneros, dando crédito a los CUENTOS de los indios, situaban Ja nación de los Rayas, hombres que--según Codazzi—tenían la boca en el ombligo... Y añade después: «Es también más allá de aquellos grandes raudales donde los buenos religiosos situaban los pueblos, que —según el mismo Codazzi—tenían un ojo en medio de la fren- te y otros con cabeza de perro» (i). Pues hombre' que se impresiona y da crédito y hace coro a los cuentos de los indios, francamente que parece que no supo comprender ni las armas, ni las sorpresas de los misioneros, y no merece, a nuestro pare- cer, ni siquiera los honores de la refutación. Otros escritores quizás más inocentes que los citados repiten la misma lección, aprendida sin duda ninguna de estos tres corifeos (2); por eso no nos entretenemos ni cansamos al lector con refutarlos, tanto más, cuanto que los mismos de quienes acabamos de hablar, en vez de amenguar la obra colosal de la administración y go- bierno de las misiones de los Capuchinos, la aclaran y engran- decen (a). Aun con esto no es posible decir que la obra de los misioneros careciese de defectos; sólo sí queremos dejar bien sentado que, aun en medio de los defectos humanos, nuestros misioneros hicieron cosas grandes para bien de la Iglesia y a favor de la sociedad, para Dios y para el prójimo; y que en esencia de sus resultados tenemos que descubrirnos y alabar a Dios en sus enviados. ¿Qué hacemos en la actualidad a favor de los ochenta mil infieles que vagan incultos por los bosques de Venezuela? (i) Váase Codazzi. Geografía de Venezuela, fol. 7. Ed, París. Año de 1841. (z) El primero fuá el calvinista Humboldt, 1826; siguidronle Baralt y Codazzi, 1841. Esta es la época de la impresión de sus obras. () En contra de estas afirmaciones, aun suponiándolas lo más fundadas, podemos presentar al lector el testimonio oficial del Consejo de Indias, que dice ad Zilteram: < La mesa puede asegurar que las misiones de los capuchinos son tal vez las más bien servidas y desempeñadas, las que menos necesitan de reforma ni de visitas.' El Consejo de Indias, día 15 de Julio de 1791.—Váase Archivo Ge- neral de Indias. 144. 6, 4.

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