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157* ná y Maturín fueron los capuchinos aragoneses, a quienes él acusa de que no tuvieron éxito en Guayana. ¿Cómo lo habían de tener donde no trabajaron? Cuanto al éxito, la realidad his- tórica acaso da mayor importancia al centro de las misiones de la Guayana, apesar de ser muy grande el alcanzado por los capuchinos de Aragón en 'el centro de Cumaná; él mismo, a los pocos renglones, fol. 261, lo dice paladinamente: «el número de establecimientos a fines del siglo XVIII era de treinta (30) entre doctrinas y misiones, con poco más de veinte y un mil (21.000) habitantes, indígenas la mayorparte»; yen el fol. 266, dice que (en 1788 tenía la misión (de Guayana) ochenta mil (80.000) reses, y diez y siete mil setecientos treinta y cuatro (17.7) habitantes en treinta (30) aldeas»; y en el fol. 262, asegura que el rebaño de las misiones de la Guayana «para fi- nes del siglo XVIII tenía sobre ciento cincuenta míl (150.000) reses. Riqueza considerable que fué origen de la importancia y poder que lograron los misioneros Capuchinos de Cataluña en el Caroní»—ahora ya son Capuchinos de Cataluña—. jSi esto no es éxito, y muy grande, confesado y dicho por él mismo, averígüelo Vargas! —'INo se pasó mucho tiempo, añade, antes de ver someti- das de buena voluntad a su obediencia--de los misioneros Capuchinos—algunas tribus importantes, por motivos muy ex- traños a su celo apostólico» (i). Contestación: Concederíamos que así fuese; pero nos ex- traña sobremanera este cargo en tal clásico, pues lo que prue- ba su razonamiento es que los misioneros supieron aprovechar ls ocasiones, lo que es muy propio del discreto celo apostóli- c o ; con razón se dice que: eiliquando bonus dormítat Homerus, y que de cuando en cuando duermen hasta los clásicos. Pero lo gracioso del caso es que un poco antes, en el mismo párra- fo, había escrito (2): «En esta segunda etapa no tuvieron que luchar los Padres con las grandes dificultades de penuria y de resistencia en que tropezaron sus predecesores»; sin tener en cuenta que con esto parece que destruye la unidad moral del (z) Id. fol. 261. (2) Fol. 261.

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