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146" cipales, al principio no con tanta dependencia del g0 central, y últimamente, con ella, sobre todo en la funda' las villas; pero entrambas clases de fundaciones queda cargo de los misioneros. Como los indígenas vivían des.; mados por las selvas y apenas conocían las hamacas y ca, de otros muebles necesarios, los misioneros poco a poco',,. regularizando las necesidades más apremiantes de la vida cØ (o política, civil y cristiana, como decían nuestros viejos), ec forme a los gustos y habilidades de cada uno. Demás de es los misioneros atendían personalmente a la formación de pueblos «uniformados bajo un mismo pian», y a la constrt ción de las iglesias, casas, escuelas y caminos; acompañab en sus faenas a los indígenas; y finalmente, atendían a la gilancia del orden y a las diversiones públicas, en las cuatej además de La honesta separación de sexos, los ejercitaban las fuerzas físicas y en' el ejercicio de la virtud y hábitos orden. Muchas veces eran leyes la conciencia del misioieri sobre todo cuando las ordenanzas de administración y gobierr de las misiones no abarcaban el todo de los hechos. Cuando el misionero asistía por muchos años en una p blación, se esmeraba en obras firmes, como son: iglesia, c de tejas, desagües al pueblo, regadíos y otros beneficios, en los campos como en la conservación de los ganados ( Los virreyes, capitanes generales, los gobernadores, coma dantes y otros subalternos del gobierno español no podí precisar a los religiosos a servir curatos de españoles, sino q debía ,n acudir al Prefecto: como quien conoce mejor las nec sidades espirituales de unos y otros y cuáles son los ministr más oportunos para ello» (2). Los interesados en la traslación de algún misionero debí acudir ante los Superiores y al gobierno eclesiástico, y aun civil de la provincia más cercana, a fin de que éstos inforñ ran al gobierno central de Madrid de sus pretensiones; y cuan los pacificadores o pobladores de algún territorio pedían sen jantes cosas al Rey, como sucedió en Perijá, cuyo poblador p (x) Doc. p. la Hist. del Zulia, por Febres Cordero. (2) Ibid.

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