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140* te o más que ninguna otra potestad civil; sobre todo de has cosas que son absolutamente necesarias o precisaspJ llenar la misión divina que le está confiada: tales corno la se ra y fácil comunicación con los fieles y la de éstos con el d positario de la revelación, etc. De hecho la Divina Provide fué preparando, honesta y fielmente, el dominio de los Esta pontificios para bien universal del mundo, cuyo poder es tafil más necesario cuanto los gobiernos se muestren más reacio sostener y consolidar el orden, la honra, la vida y los bienes ella y de sus congregaciones religiosas, la religiosidad y moralidad de las naciones. Si la sociedad y la autoridad civil temporal debe ser perfectamente distinta de la sociedad y d autoridad espiritual, puesto que el objeto y fin de una no es objeto y el fin de la otra, por derecho natural y divino la pot tad, y la autoridad civil debe estar sujeta esencialmente, aun: las cosas temporales, a la religión y moral, y por tanto, indir tamente, sujetas al romano Pontífice en las cosas de la fe y las costumbres; sin que esta esencial subordinación dañe o turbe la eficacia y la independencia del poder civil, al contra los gobiernos y las naciones reciben aun en el puro orden maí rial incalculables ventajas, significadas por el mismo Salvad del mundo, cuando dijo: «Buscad primero el Rtino de Dios su justicia y todo lo demás lo ten dreis, por añadidura: dai César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Por nuestra parte, hemos de añadir al presente estudio q la Iglesia de Dios tiene deberes que curØplir con todos los biernos políticos del mundo, ya con relación a las almas, con la fe y la moral; y los gobiernos, a la vez, tienen sus de res particulares y generales con la Iglesia católica, y por mismo no deben mezclarse en asuntos eclesiásticos sin coni primero con la Santa Sede, ni legislar ni mandar cosa &gu contraria a los cánones y derechos de la cristiandad, y actos resultan fuera del orden cuando son contra el derec natural y divino. Por otra parte las leyes eclesiásticas todas dirigen a la mejor guarda de ambos derechos anteriores y mitivos a toda ley y a todo otro derecho. Por donde se ve dada la malicia actual de los hombres sería necesaria una fu za superior que obligase a los diferentes Estados a sostenei

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