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131* misiones; y decimos querer administrar, pues nos repugna la idea de que quisiesen robar a los indios el fondo común de las misiones. Así como los misioneros no molestaban con su admi- nistración a los gobiernos limítrofes, naturalmente no querían ser molestados ni por unos ni por otros; pero muchos testimo- nios prueban que algunos, no muchos, de los comandantes y gobernadores hicieron sufrir grandemente a los misioneros; en cambio, otros, los más, les ayudaron de modo extraordinario, como perfectos caballeros cristianos, ora defendiéndoles eficaz- mente de las agresiones injustas y de los ataques de todo gé- nero que los émulos y envidiosos de las misiones levantaban contra los Padres, ya también favoreciéndoles con la fuerza pública y con decisiones encaminadas a sostener el ánimo y los derechos gubernamentales de la misión y de los misioneros. Por lo demás encontramos que las relaciones eran muy fre- cuentes y cordiales. Nos hemos entretenido en estudiar las relaciones de los misioneros con el gobierno central de la unidad de la raza es- pañola y con el gobierno de las provincias limítrofes a las mi- siones, y justo es investigar las que los religiosos sostenían con los mismos españoles, particular y generalmente. Cuanto a este punto, hemos encontrado que la necesidad unas veces, y otras el mutuo deseo del bien común, y hasta la propia conser- vación daba fuerza- a todos para mirar como cosa propia la nobilísima acción de los misioneros: de hecho existía una tra- bazón natural entre los capuchinos y los españoles de Ve- nezuela, trabazón que respondía a los sentimientos nobles y caballerescos de la cristiandad y de la cultura de la raza es- pola, tan llena de contrastes y condiciones bellísimas. En resumen, ya no era sólo la relación amistosa y franca que lle- vaban los misioneros con el gobierno central de la unidad de la raza, con el Rey y el Supremo Consejo de Indias y con los go- biernos limítrofes de Cumaná, Trinidad, Caracas, Maracaibo y el virreinato de Santa Fé de Bogotá, sino con los mismos par- ticulares españoles, pobladores de estos inmensos territorios. Relaciones que no eran la libre acción del individuo salvaje, sino las basadas en la libertad racional de la fe y de la morali- dad cristiana. Es verdad que todos conservaban la independen-

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