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123* M e sus misiones, dejando libre a los míseros indios no sólo el ,capital, sino el producto; a fin de no molestar al indígena, sus- tentarle, aumentar sus comodidades, y de este modo hacerle agradab1e y simpática la civilización y cultura humana. Final- mente, hemos de añadir una observación: y es que no en- eontramos en la administración y gobierno de las misiones el sistema de los empréstitos, ni de la deuda pública, ni los juegos de la bolsa, por lo mismo, y quedamos admirados de lo poco y estrictamente necesario que exigían para el bien común; y de cómo se amoldaron a las necesidades y circunstancias; y de la facilidad con que atendieron a resarcir para el bien público las ganancias de los transportes, etc., sin quitar la libertad del trá- fico a ninguno (i). No juzgamos necesario extendernos más en este brevísimo estudio, porque en la Relación de Alvarado encontrará el lector magistralmente explicado este punto. El deseo de terminar y el cuidado de investigar otros asuntos referentes a la administra- ción y gobierno de las misiones, nos llama a seguir adelante, no sin decir antes que al ejecutivo de las misiones tocaba no sólo imponer en el buen gobierno a los indios, sino también remover los obstáculos que en el orden moral y material, se oponían al bienestar de los indígenas encomendados a su cuida- do; pero de esto hablaremos enseguida. (i) Archiv. Nac. de Venezuela, Año de 1800.

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