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! de los religiosos, como casi tutores de sus indios. Es forzoso notar que los misioneros, en el concepto de gobernantes, con- sideraban la riqueza de los indios como un medio para conse- guir, el mayor bienestar material producido por la actividad humana y como mira final en orden a conseguir la vida eterna de sus subordinados. Para nuestros misioneros dos cosas eran las que aumentaban la riquezá socia' de los indígenas: l mate- ria y la actividad o la fuerza; y partiendo de la naturaleza del compuesto humano, enseñaron a los indios que esta última es intelectual y material; con esto pretendían dirigirlos a obrar con conocimiento de causa y con industria y arte en el trabajo. Cuanto a la materia para la actividad, se la mostraban patente en la madre naturaleza, la que es inerte para el hombre si éste no se mueve convenientemente y la acomoda a sus necesidades privadas y la conduce a donde la reclama la necesidad o utili- dad del individuo. El lector no debe olvidar que nuestro estudio versa acerca de la acción de los misioneros con los hombres salvajes o re- cién sacados de las selvas, en donde vivían--more pecudum - indignamente y como si no fueran hombres; por eso los religio- sos, al principio se contentaban con enseñarles las primeras producciones manifiestas a los ojos de todos; tales como los frutos de los árboles, la caza y la pesca, y el cultivo del campo, asuntos conocidos más o menos bien por ¡os indígenas; y de nuevo les mostraron el pastoreo del ganado, y los metales de los instrumentos y de otras cosas que facilitan la vida y la lle- nan de comodidades y abundancia: con esto intentaban que los indígenas estimasen su actividad y sus fuerzas como un capital particular de ellos mismos. También les enseñaron a usar de la fuerza de los animales para vencer la resistencia de la natu- raleza y del suelo;, y aun las del orden físico, como el viento para navegar, y las del agua para mover las turbinas o ruedas de molinos y trapiches; y de la industria del arco y de la flecha, que ellos manejaban, los llevaron a otros conocimientos capa- ces de centuplicar sus propias fuerzas, ya por medio de la pa- lanca o del fuego, o por medio de otras maquinaciones diversas, haciendo resurgir entre las selvas todo un mundo desconocido para los pobres indígenas. Pero ¡cuán difícil era mover la acti-

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