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87* con razón todas sus esperanzas de adelantamiento en los niños y en las nuevas generaciones que se Ie'çantaban junto a ellos, como así sucedió en cada uno de los centros de sus misiones; centros que podemos considerar como otras tantas provincias administradas por el mismo régimen y sistema. Hasta ahora hemos visto de qué modo procedían los mi- sioneros para lograr la perfección de la unidad civil entre los indígenas, y ahora debemos añadir, para el complemento de este mismo punto, que los misioneros no se guiaban por su carácter o peculiar manera de ser en las cuestiones religiosas y morales, sino por las reglas fijas e invariables del Dogma y de la moral y por las enseñanzas emanadas de la Santa Sede, con quien estaban en comunicación constante por medio de los Superiores de la Orden Capuchina a la cual pertenecían. Son buena prueba de ello la carta que fray Francisco de Pamplona llevó personalmente a Roma en 16 47 y la del insigne misione- ro V. P. Fray José de Carabantes (1666), entrambos enviados a la capital del orbe católico por los misioneros congregados; este último era portador de una carta de los cinco caciques de la nación Aragua, de los Tapias, de los Cores, Chaimas y Cari- bes, dirigida al Vicario de Jesucristo, y el primero con el fin de conseguir mayores privilegios canónicos para los misioneros y para los mismos indios (x). Esta misma frecuencia de comunicaciones tuvieron los misioneros con el gobierno español por medio del Consejo Su- premo de las Indias, y directamente con la cabeza del gobierno, el Rey, para toda clase de asuntos, y muchas veces fueron pesonalmente a informar convenientemente, y otras para de- fenderse de las acusaciones de los envidiosos; quiere decir esto que los misioneros no sólo guardaron la unidad religiosa, sino el buen sentido político. Finalmente, descubrimos la perfección de los religiosos cuando los vemos tener un gran cuidado de que los indígenas se conservasen en la verdad y se apartasen de todo error, pues siempre consideraron un absurdo, grandemente pernicioso, dar la misma entrada al error que ala verdad y conceder los (i) J?elacionas y Archiv. de Indias 57-1- a 6,

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