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64 P UENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA 22.—Las jornadas hechas en sólo el año y medio de su prefec- tura han sido tres; a las dos primeras salieron los Padres Fr. José de Soto y Fr. Fernando de Mardales por los meses de agosto y septiembre del año próximo pasado, escoltados con gente de a caballo de la ciudad de Guanare, y, después de varias correrías y trabajos por el mucho invierno, lograron conquistar y reducir pacíficamente en las riberas del río grande de Apure noventa y ocho almas de ambos sexos, entre apóstatas y gentiles, todos de la nación guajiba. A la tercera salieron por el mes de febrero de este presente año dicho Padre Fr. José de Soto y Fr. Andrés de Grazalema, aquél de su misión de Jujure, por el río de Acarigua con 17 canoas de pertrechos y bastimentos y 140 hom- bres, y éste de la misión de Cojede y por su río, con 15 canoas, asimis- mo pertrechadas y bastimentadas y con 70 hombres de escolta; quienes, después de cerca de un mes de navegación, se juntaron con algunos soldados de dicha ciudad de Guanare en el sitio nombrado la Horqueta de Apure, y habiendo hecho varias correrías de uno y otro lado de este río, lograron reducir también pacíficamente igual número de 98 almas de ambos sexos, las 22 de indios todos gentiles, de la nación de jaruros, y los restantes entre apóstatas y gentiles de las naciones chiriocas, chiripas y dicha guajiba, como todo consta largamente de las informaciones originales también presentadas en esta ocasión ante dicho Sr. Gobernador y Capitán general, y por cuanto de ellas y de todas las de su misma naturaleza consta no solamente las muchas y varias naciones de indios gentiles que restan por conquistar en los vastos llanos, montes y término de esta provincia, sí también la brutal inclinación de dichos indios a profugarse de continuo de aquellas misio- nes, en las que conforme a su nación se pueblan, propiedad innata de todos los de esta tercera especie, al suplicante Prefecto pertenece infor- mar a V. S. I. 23.—Lo primero, la suma pobreza en que al presente se hallan constituidas todas nuestras misiones, pues no encontrará V. S. I. en ninguna de ellas otros caudales ni hacienda para subvenir a los creci- dos gastos de las jornadas, regulada cada una en cerca de mil pesos, para curar los indios de sus enfermedades y mantenerlos de vestua- rio, carne y herramientas con otras menudencias, que el personal traba- jo, fatigas y sudores de los misioneros y algunas limosnas que solici- tan entre los fieles, las que cada día se reconocen más escasas. A otras religiones, Ilmo. Señor, coadyuva la piedad del rey con muchas canti- dades de su real erario para subvenir a las reducciones de los indios

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