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464 PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA vincias defienden de nuestros enemigos, nada puede contribuirles. En el mismo estado se hallan unos diez religiosos aragoneses que vinieron de España para las misiones de Cumaná va para dos años, por no haber podido ni poder aun ir a sus destinos por el mismo motivo de la ocu- pación y destrucción de sus pueblos por los insurgentes. De todo lo dicho inferirá V . P . M . R. y podrá formar idea del fatal estado de nuestras misiones, cuyo restablecimiento me parece en el día muy dificultoso, por no decir imposible. Si estas provincias re- cuperaran su antigua tranquilidad, destruyéndose de raíz todo el ger- men de la revolución que las ha reducido a la mayor miseria y a una agitación continua, pudiera pensarse en aquel restablecimiento de tan- tos y tan bellos pueblos que nos han costado tantos sudores y fatigas, en que tanto se honraba y servía a Dios y al rey, y que hoy lloramos reducidos a las cenizas del fuego de la rebelión. En fin, ya sabe V.P. M. R. el ruinoso estado de sus súbditos y misiones que en esta parte de la América estamos bajo de su obediencia, y yo pido a Dios nuestro Señor inspire a V . P . M . R. lo que sea para su mayor honra y gloria y consuelo nuestro. Para que nada falte a este informe, daré a V . P . M. R. razón del estado de este hospicio. Este era uno de los más bonitos estableci- mientos nuestros. El Ilmo. Sr. D. Mariano Martí, dignísimo obispo que fue de esta diócesis y que en paz descanse, influyó mucho en su fundación por los años de 80, consiguiendo de S.M. licencia hasta para que su iglesia fuese pública en beneficio de su numeroso vecin- dario. Compró y donó a nuestras misiones un espacioso y hermoso terreno de cien varas en cuadro, a fin de que pudiésemos fabricar la iglesia y el hospicio sin opresión y sin angustia, como se fabricó con diez celdas, refectorio, cocina y otras piezas para su más cómodo ser- vicio, quedando después de todo esto bastante terreno para huerta y otros usos. Así lo disfrutamos hasta el año 12 de este siglo, en que el gran terremoto del 26 de marzo y el gobierno intruso de los insur- gentes lo destruyeron todo, tomándose la mayor parte del terreno para formar habitaciones provisionales para sus respectivos cuerpos y des- pachos, por haber el terremoto arruinado el palacio que tenían en el centro de la ciudad, y dejándonos sólo un pedazo corto del terreno, lo preciso para hacer nueva iglesia y alguna media docena de celdas pe- queñas; fabricaron también alojamientos para sus tropas. Yo me formé para mi habitación una casita con sólo dos piezas bien reducidas, en

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