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450 PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA sido nombrado misionero. Y la tercera, que fue misión de indios gen- tiles, destruida también por una partida de insurgentes que el año de 11 entraron allí y dieron muerte a sus habitantes, como lo hice pre- sente a V.S.I., poniendo en sus manos el año de 13 una representa- ción que me hizo sobre el particular el P. Fr. Serafín de Sevilla; por lo que diré a V. S. I. que estas fundaciones y la de San Antonio de Guacimal son imaginarias, y por lo mismo puedo asegurarlo con ver- dad que no carecen de pasto espiritual, ni creo que en su sonido se lleve otra idea que la de sorprender la justificación e integridad de V. S.l., abultando pueblos vacantes que no existen, acaso por los perversos y desafectos de estas misiones y de la religión santa de Jesucristo. A mi regreso de Guayana me sorprendió el M.R.P. Vice-Pre- fecto Fr. Joaquín de Málaga con la extraña novedad de que el P. Se- rafín de Sevilla se había presentado, separándose de nuestras misiones y solicitando licencia para marchar a la Península, y que efectivamente, admitida su proposición, se le libró su correspondiente pasaporte; sin embargo, atendiendo yo a la extrema necesidad de misioneros y no obstante la rarísima conducta de este religioso, por su genio altanero, díscolo y revoltoso, le ordené pasase inmediatamente a servir el pueblo de Santa Bárbara de Arichuna, que, habiéndolo repugnado, he resuel- to finalmente que lleve a efecto su marcha, pues conozco que no será iltil su ministerio como enemigo declarado de sus hermanos y de la paz y por lo mismo insociable, lo que tendrá presente V.S.I. por si este religioso pretendiese, que no dudo, sorprender su justificación. Me hallo informado que el P. Fr. Juan de Alhama, religioso de esta misión, se halla en la villa de Araure, empleado por V. S.J., lo que, siendo cierto, espero se sirva en justicia mandarle se me presen- te inmediatamente, asegurándole que tendrá mejor acogida que la que merece y es digna la conducta política que ha observado en estos tiem- pos de tribulación, y que prontamente será destinado a servir uno de los pueblos de estas misiones. Por mucho que se afanen nuestros émulos y pretendan hacernos aborecer de V.S.I. y su protección, no nos quitarán la gloria y com- placencia de haber sembrado y propagado la religión santa de Jesu- cristo por espacio de siglo y medio en estas provincias, desde las are- nas de Coro hasta el otro lado del Orinoco y Río Negro, dejando en este inmenso terreno sacrificados muchos religiosos por la honra y

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