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446 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA fervor y lágrimas que, penetrando sus oraciones al cielo, consiguió fuese acepto a la divina majestad el sacrificio que celebraba, el que, concluido, al echar la bendición al pueblo, quedó muerto y libre por este medio de morir a manos de estos impíos asesinos, revestidos de la mayor ferocidad. Sí, R. Padre Comisario general: murió este dichoso misionero en el acto mismo que celebraba el santo sacrificio de la misa, caso que puede no hallarse otro semejante. Al P. Alhama se lo llevaron preso a Barinas y, como no hay co- municación con ninguna de las provincias limítrofes, ignoro su suerte como la del R. P. Angel de la Rioja que se hallaba en el pueblo de Guanarito, y el R. P. Fr. Pedro de Granada que residía en nuestra misión de Altamira, que, aunque ciego, no por eso lo considero libre y seguramente habrá sufrido la suerte fatal de. los otros cuatro. De suerte, R.P. Comisario general, que con nuestro P. Exprefecto Fr. José de Canillas, que murió el año pasado, mártir de la lealtad, a esta fecha han perecido seis misioneros por la horrorosa revolución. En este miserable estado estamos los pocos misioneros que hemos quedado y todos con ánimo resuelto si podemos regresarnos para Es- paña; y yo me hubiera embarcado en esta goleta si hubiera habido pa- saje, aunque con el riesgo de los corsarios que cruzan en estas bocas de Orinoco de los insurgentes. En todo encuentro peligro, pero Dios que me ha librado hasta la fecha de tantos y tan graves, espero en su gran misericordia me pondrá en salvo, pudiendo alcanzar un rincón en uno de nuestros conventos que, aunque destruidos, podrá servir de asilo y consuelo en mis aflicciones. Con cuánto gusto concurriría yo y mi comunidad a socorrer a nuestra madre la provincia, si estas cuadrillas de antropófagos no nos hubieran quitado las vidas y nuestras temporalidades. Nuestro P. Ex- Prefecto Fr. José de Canillas, antes de expirar, me dejó muy encarga- do que, si se cobraba alguna cosa de lo que había adquirido con su ' economía de 27 años de América y lo tenían usurpado los insurgentes, que socorriese a nuestra provincia y además hiciese una demostración a nombre de su lealtad a las cajas nacionales de nuestra Península para ayuda de la guerra con el tirano del mundo, pero todo se ha perdido; la anarquía en estas partes del mundo ha llegado al extremo más ho- rroroso y los buenos españoles, de los pocos que hemos podido esca-

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