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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 437 Al trigésimo: que aunque he oído decir que en Méjico y en otros reinos semejantes hay indios ricos y acomodados, ignoro con qué clase de industria han hecho sus caudales, pero entre los de nuestras misio- nes, no he visto ni conocido siquiera uno de esta clase. Al trigésimo primo: que la vida de los caciques, indios principa- les y gobernadores pasados entre nuestros indios de esta provincia y la de Barinas, es la misma que la de los demás indios, y que éstos nada pagan a aquéllos, a los cuales tampoco les vi exigir jamás servicio al- guno ni causarles vejaciones, bien que el común de los indios les guar- da respeto y sumisión y les obedecen cuando les mandan alguna cosa. Sobre el servicio personal que hacen los indios, así varones como hembras, y que se pregunta en e1 artículo segundo, respondo: que en nuestras misiones los varones proveen de leña la casa del Padre, hacen su conuco o sementera de maíz para el pan del Padre, trabajan la casa de habitación del Padre y la reparan cuando lo necesita, y le dan al Padre el muchacho o muchacha que ha menester para el servicio de su iglesia y de su persona. Las hembras traen la agua necesaria para el guiso de la casa y cocina del Padre y por semanas, de dos en dos, las casadas pilan o pisan y muelen el maíz para el pan diario del Padre y de sus asistentes o huéspedes. Al trigésimo tercio: que no les falta inclinación a la música. Al- gunos he conocido diestros en tocar el violín. Este instrumento de cuerdas, la guitara y la arpa son los que aprenden con más facilidad, aunque los usan poco. El que es muy común entre ellos es de viento y lo hacen de carrizo que es una especie de caña hueca de grueso sólo como e1 del dedo índice de la mano; de ésta hacen cuatro o cinco pie- zas del largo de una cuarta, poco menos, y las unen con mucha igual- dad por las bocas. Este es el instrumento que tocan en su baile, que frecuentan mucho los más civilizados, y lo hacen de este modo: forman un círculo de ambos sexos, abrazados unos con otros, y puestos dos en el centro, uno enfrente de otro, cada uno con su mano al carrizo apli- cada a la boca, comienzan a tocarla, moviéndola aceleradamente de un lado a otro y al mismo tiempo bailan los de la circunferencia, dando vueltas con pasos golpeados hacia adelante y hacia atrás, y cantando algunos mil simplezas en verso castellano, unas veces bien y otras mal concertadas, pero en tono alegre como es el son del carrizo; y en esto suelen pasar la noche entera, mayormente si tienen que be- ber. Y para más alegrar este baile, le añaden una maraca que es un

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