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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 435 sa. En otra ocasión se me fueron al Orinoco casi todos, pero, en vir- tud de un despacho que impetré del señor capitán general D. Luis de Unzaga, inc los hizo entregar el gobernador de Guayana, y yo doblé mi vigilancia y rigor con que se aquietaron. Igualmente son muy holgazanes y por eso muy inclinados al robo, pero aprenden a trabajar y hacer buenas labranzas, especialmente de maíz y de yuca, como el Padre les anime con su doctrina y ejemplo y les provea de la herramienta necesaria. También son muy tímidos y cobardes; el tiro solo de una pistola basta para espantarlos, amedrentarlos y hacerlos huir. Sobre todo les domina la ingratitud que parece característica en ellos y por la que dice una de las opiniones citadas y los tiene por des- cendientes de los judíos, cuya ingratitud con Jesucristo nuestro Señor no ha tenido comparación. Si se les hace algún beneficio o se les da alguna cosa, creen que se les debe dar más, y por lo regular no basta todo el amor y cariño con que los crían los misioneros, especialmente a aquellos que destinan a la asistencia de la iglesia y a la suya perso- nal, para conservarlos. Cuando el Padre los tiene más bien vestidos y comidos, entonces es más segura la fuga. El citado P. García refiere varios pasajes en comprobación de esta verdad, y yo, por consultar a la brevedad, omito muchos que han acontecido a mí mismo y he pre-. senciado en otros Padres mis compañeros. En cuanto a que si son fáciles para prestar dinero, semillas y otros frutos, como se pregunta en el artículo vigésimo quinto, y bajo de qué pactos y condiciones, nada observé, pero no dudo lo harán con solo el pacto de devolución los que viven bien unidos en el poblado, si es que tengan para poder prestar los que apenas tienen Id necesario para sí, como son nuestros indios, por ser sumamente pobres y miserables. Y por esta misma razón creo, y sirva de satisfacción al artículo vigésimo sexto, que no celebran contratos algunos para sus sementeras, pues éstas las hacen en tierras propias porque siempre se les ha dado a todos nuestros indios una legua en contorno de su población para este efecto y no necesitan ni pueden arrendar otras, ni jamás vi que un español les habilitase, quizás porque ven y saben los españoles que seguramente perderían el dinero, géneros o frutos con que los habili. tasen, porque sus sementeras apenas producen, por ser muy cortas, lo que el indio necesita para comer él y su familia; ni necesitan del costo del arado y yuntas, porque el Padre les provee de la herramienta con

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