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432 PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA Otra costumbre de sus primitivos padres conservan nuestros in- dios, usando mucho para adornarse, como dice el enunciado P. García citando otros autores, lo hacían los fenicios, de plumas de aves de di- versos colores, especialmente del encarnado en la cabeza, de que ha- cen mucha gala, y las ponen también con primor en la parte superior de las astillas de la flecha para darles mejor dirección cuando las dispa- ran del arco. Los hombres acostumbran a ceñir sus piernas por bajo de la rodilla de cintos hechos de cuentas menudas de distintos colores, es- pecialmente de unas blancas que llaman chiripas, y hacen con mucho primor e igualdad de conchas de caracoles, o, como ellos llaman, guaru- ras, que se crían en las playas del mar, de los ríos y lagunas; y con par- ticularidad hacen esto con sus parvulillas, apretándoles bien el cinti- llo para formarles más perfecta la masa de la pierna. El ceremonial que usan en sus entierros y duelos y a que se con- trae el artículo veinte y uno, es el siguiente: en medio de la única pieza de sus casillas ponen al difunto tendido en el suelo, y en esta situación, o puesto en el ataúd o féretro destinado para conducir los cadáveres a la sepultura, colocan en la circunferencia del cuerpo, el arco, las flechas, la cama, que es o bien una especie de red que llaman chinchorro y fabrican ellos mismos de cordel o cabulla, que hacen de una palma nombrada moriche, o bien una campechana o piel de vaca o novillo bien sajada, y demás muebles del uso del difunto, y luego, sentados o haciendo círculos alrededor del cadáver, forman un baile que nombran llora, y consiste en llorar y cantar, especialmente las hem- bras, en un tono bajo y muy triste, y todo lo que cantan es que el di- funto no usará más de aquellos muebles, y así permanecen hasta que se conduce el cadáver a la sepultura al siguiente día de su muerte. En cuanto a la fidelidad en sus tratos y si cumplen sus palabras y promesas, según se pregunta en el artículo veintidós, me parece que de los indios, especialmente de los que ya están civilizados, puede formarse el mismo concepto que de los demás hombres de todas las castas, esto es, que unos son fieles y cumplen sus tratos y promesas, y otros, no, porque entre ellos, como entre todas las otras naciones, unos son hombres de bien y otros, no. El mismo juicio hago sobre el asunto de la pregunta vigésima tercia, añadiendo, en contestación a su segunda parte, que no hago me- moria haberles observado alguna opinión errónea sobre inclinación a la mentira de que trata la primera.

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