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L4ISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 429 alguna especie de culto a creatura ni a obras de las manos de los hombres. Comparado el estado moral y político que tenían los indios a los veinte o más años de la pacificación, según los historiadores de las Indias, con el que actualmente tienen, en contestación al artículo dé- cimo tercio, debo decir que en el día hay infinitamente más indios ci- vilizados, hablo de los indios de esta provincia, que han reducido y poblado nuestros misioneros capuchinos andaluces desde principios del siglo pasado, e instruidos en la moral cristiana y verdades de nuestra santa Religión católica, apostólica, romana, como está a la vista en el famoso pueblo de la Victoria y otros muchos de esta archidiócesis. Ventaja que debe atribuirse, me parece, a la que expuse contestando al artículo 89, es decir, al establecimiento de españoles en los pueblos de los indios, pues, en donde no se han admitido aún, no se advierte tal ventaja, pero sí la desventaja de permanecer en su natural brutali- dad e ignorancia. En los tratados matrimoniales de los indios, de que habla el ar- tículo décimo cuarto, no observé ni sé cosa particular, pues es bien común y sabido que los gentiles toman las mujeres que les parece, sin más pacto ni condición que quererlo ellos y ellas, y que los que son ya cristianos, se caían en los mismos términos que los demás hijos de la Iglesia, y con arreglo a las instrucciones que reciben para ello de sus respectivos misioneros o curas. Tampoco observé que prestasen los pretendientes a los padres de la novia alguna clase de servicio, diferen- te del que suelen hacer los yernos pobres a los suegros pobres entre los españoles. En cuanto al método curativo que se inquiere en el artículo dé- cimo quinto, y de las plantas, raíces, cortezas y hojas de árboles, que usan los indios en sus enfermedades, por carecer de médicos en sus pueblos, poco o nada pude comprender, porque son extremos en el secreto que observan en este particular. Lo cierto es que ellos, sin usar de sangría, purgas, ni vomitorios de botica, ni aguas termales y sólo sí de bebidas y baños de aguas cocidas de hierbas, raíces u hojas de árboles, que sólo ellos conocen, se curan mejor que pudiera hacerlo el médico más insigne, y se conservan más saludables, fuertes y robus- tos que el común de las otras castas, y esto sin duda es la causa de que, si en un pueblo, por ejemplo, de trescientos o cuatrocientos indios, nacen al año treinta o cuarenta, porque parece les alcanza a ellos más

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