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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 423 origen de ellas, contrayéndome al de los indios, por quedar suficien- temente manifestado el de las otras castas. Pero, antes de hablar del principio y origen que tuvieron los indios que habitan en estas Indias Occidentales, y de qué parte pu- dieron venir a ellas, es necesario suponer tres cosas. Primera, y es de fe: que todos cuantos hombres ha habido, hay y habrá en el mundo, desde su principio hasta su fin, proceden y traen su origen de nuestros primeros padres Adán y Eva, y por consiguiente, de Noé y de sus hijos, como los únicos que reservó la divina justicia del castigo del diluvio universal para la multiplicación de la descen- dencia de Adán y para poblar de nuevo la tierra, a cuyo fin dice un autor gravísimo (BEROSO, citado por el P. García al principio del cap. 1? del primer libro, del origen de los indios): Que habiendo Noé puesto nombre a la Asia, a la Africa y a la Europa, las dio a sus tres hijos Sem, Cam y Jafet: a Sem, la de Asia, la Africa a Cam y a Jafet la Europa. Segunda: que las gentes que hay en las Indias y a quienes lla- mamos indios, vinieron a ellas de una de aquellas tres partes del mun- do, porque, si al principio de éste o después del diluvio y en tiempo de Noé y de sus hijos, hubiera sido poblada la cuarta parte llamada América, hubiera habido desde entonces alguna noticia, o hubieran hecho alguna mención de ella los antiguos historiadores y cosmógra- fos, como lo hicieron de las otras tres partes sobredichas; pero antes la tuvieron por inhabitable, como situada bajo la zona tórrida: de que forzosamente se infiere que los indios proceden de gente que vino a la América de una de las otras tres partes ya nombradas. Tercera: que todos los filósofos, así gentiles como cristianos, y los teólogos convienen en que todo lo que sabemos es precisamente por una de estas cuatro vías: ciencia, fe divina, fe humana y opinión. Lo que sabemos por ciencia es cierto, verdadero y evidente, pues la ciencia no es otra cosa que un conocimiento cierto y evidente adquiri- do por demostración. Lo que sabemos por fe divina es tan cierto y verdadero que no puede haberse de otro modo sino que necesariamen- te ha de ser así, porque el medio por donde lo sabemos es la autoridad de la Iglesia católica, a quien lo ha revelado Dios nuestro Señor, que es la primera verdad, que ni puede engaliarse ni ser engañada. Lo que sabemos por fe humana no tiene más fundamento, para ser ver- dad, que la autoridad de quien lo dijo; de modo que si el que lo dice

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