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412 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA que V. S.J., tan adicto a S. M. y a la buena causa, propenderá gusto- so a mi petición que sólo tiene por objeto la tranquilidad pública y restablecimiento del buen orden que acaba de encargárseme por ci Ministerio de la Guerra con expresiones muy encarecidas. Dios guarde a V.S.I. muchos años. Caracas, 12 de febrero de 1813.— Señor Domingo de Monteverde.— Ilmo. Señor Arzobispo de esta Diócesis. Contestación.— Excmo. Señor: Pues V . E., según se insinúa en su oficio de 12 del corriente, conceptúa necesario a la tranquilidad pública y al restablecimiento del buen orden en estas provincias, que las misiones secularizadas al otro lado del sur del río Apure hasta la boca del Meta, que están proveídas de clérigos seculares, se devuelvan a los Reverendos Padres Capuchinos, misioneros de esta archidiócesis, yo que no deseo otra cosa más que este inestimable be- neficio, sin el cual, cuando no peligrase la religión, a lo menos sería muy turbada y profanada, convengo desde luego con y. E. en ello y estoy dispuesto a convenir en cuanto conceptúe puedo influir en su perfecta consecuci6n. Mas, al efecto de la enunciada devolución, quiero hacer presente a V.E. dos cosas: la legalidad y sinceridad de mi procedimiento a la secularización de las misiones, y los medios de realizar la devolución sin perjuicio de los clérigos provistos. En cuan- to a la primera, yo hallé diferentes expedientes formados por mis antecesores. En el uno, habiéndose comenzado a tratar por el 1. Sr. Don Fray Juan Antonio de la Virgen María y Viana, en el año de 1797, sobre la necesidad de secularizarse la villa de San Fernando de Apure y algunos pueblos, así para el mejor socorro espiritual de sus habitantes como para erigirse un Vicariato foráneo, con que ocurrirse a la administración de justicia que por entonces no tuvo efecto, y que posteriormente el mismo señor Gobernador y Comandante ge- neral, Vicepatrono real de la provincia de Barinas, a que corresponden aquellas poblaciones, en oficio de 7 de octubre de 1802 invitó al Ilmo. Sr. Doctor Don Francisco de Ibarra, mi inmediato antecesor, insinuándole que hacía días que anhelaba por la entrega de aquellas misiones al Ordinario, a fin de que los religiosos pudiesen atender a las naciones de indios que había hacia el Meta sin asistencia alguna espiritual, perdiéndose una porción de neófitos que pudieran ser úti- les a ambas majestades, con cuyo fin y las necesidades espirituales de

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