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MISI0N DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 381 llas tierras y lanzar de ellas y de sus casas a estos infelices después de haberlas fundado, desplagado y cultivado tan a costa suya, dejándolos expuestos a los peligros más evidentes en un tiempo tan crudo como el presente invierno, en que, obligados a dejar la comodidad de sus casas y a destrozar sus labores a tiempo que de ellas se prometían las más abundantes cosechas, se ven en la precisión lamentable de expo- ner sus vidas y las de sus ganados a los crecidos, a los aniegos y a las tierras que en este tiempo a cada paso se encuentran en el tránsito de los caminos que por fuerza han emprendido ya unos y están para em- prender otros, a fin de desocupar estas tierras. En este lastimoso estado se ve hoy, señor, esta fundación, cuya real aprobación ha hecho ilusoria con el más grave perjuicio de los incrementos de nuestra católica religión, de vuestros reales intereses, de los indios de estas misiones y de nuestro apostólico ministerio la codicia y ambición de los expresados Don Fernando y Don Sebastián sin embargo de no tener título alguno de venta, composición ni con- firmación de y. M., que justifique el dominio y propiedad con que parece se consideran sobre estas tierras, y de estar usando en este vasto terreno de entre Apure y Meta, de otras que tienen ocupadas con sus ganados, para cuya cría y fomento les ha permitido aquel uso vuestro comandante e intendente de Barinas, en vista de que vuestros Prefec- tos han accedido a ello por no ser aptas, según se lo han informado, para poblaciones. En vista, señor, de todo lo expuesto, suplico a y. M., con el más profundo rendimiento a vuestros reales pies, se digne dar la pro- videncia que sea más de vuestro real agrado, a fin de que se sostenga, sin el menor respeto a las conveniencias y fines particulares de los referidos Don Fernando Domínguez y Don Sebastián Vélez ni otro alguno, la fundación de esta villa y de que se le restituya a la pacífica posesión en que se hallaba de sus tierras, y se subsanen los quebran- tos, daños, pérdidas y menoscabos que por aquel despojo han sufrido sus vecinos. En cuyo nombre y el mío, como encargado de la cura de sus almas, imploro con el más rendido acatamiento vuestra real protección, por aquel medio, si así fuese del real agrado de V.M., y así lo espero de vuestra real piedad. Nuestro Señor guarde la importante vida de vuestra católica real persona muchos años.

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