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380 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA mientos que practicó de este mismo sitio por orden del expresado vuestro comandante, volvió éste y, habiendo reconocido de nuevo per- sonalmente el sitio con asistencia del Juez territorial y más, inició esta fundación, demarcando personalmente la plaza, calles y solares para iglesia, casa real y vecinos y de todo dio cuenta a V. M. al mismo tiempo que yo dirigí a vuestras reales manos el informe que me pa- reció conveniente sobre el mismo asunto. Pendiente vuestra real aprobación pero con una esperanza cierta de obtenerla de vuestra real piedad, seguí con el mayor ardor que me fue posible esta fundación, estimulando sus vecinos al trabajo, a que se aplicaron con la mayor actividad, como lo acredita la iglesia provi- sional, casa real y labores muy pingües y cuantiosas de maíces, pláta- nos, yucas y algodón que ya cosechaban en abundancia, y ciento y once casas ya concluidas, fuera de diez y siete en actual fábrica, en que habitaban más de quinientas almas. Yo, señor, por mi parte, he costeado y puesto en esta iglesia el altar, dos imágenes muy decentes de talla, una de Cristo crucificado y otra de la Divina Pastora, ornamentos de todos colores, vasos sagra- dos, incensario, misales, ritual y todo lo demás necesario al culto di- vino. Tengo también a mi costo aprontada toda la madera y ofrecida toda la teja y ladrillo para construir nueva iglesia de mampostería y obra limpia, para la cual tiene vuestro comandante igualmente apron- tada la clavazón y demás herrajes, y el capitán poblador toda la cal y otros servicios necesarios. A vista de estos progresos y del incremento de vuestros reales intereses, a que en el corto tiempo de tres años ha contribuido esta villa más de cuatro mil pesos, pero en especial a vista de la real apro- bación con que V. M. se dignó afianzar por su real cédula de 13 de julio de 1789 esta fundación, ordenando a vuestro comandante conti- nuase con el mayor empeño sus providencias, y a mí, los buenos ofi- cios y auxilios pendientes de mis cortas facultades para su fomento, vivía yo, señor, con estos pobres feligreses en la mayor satisfacción, usando para nuestra subsistencia pacíficamente de las tierras que a vuestro rel nombre y con areglo a vuestras reales leyes nos repartió y asignó al citado vuestro comandante. Pero en el día, señor, ha podido el orgullo, la malicia, el interés y los fines particulares de Don Fernando Domínguez y Don Sebastián Vélez inquietar y turbar aquella pacífica posesión, despojar de acjue-

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