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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 347 del pueblo, a lo que se agrega ser calamitoso y propenso a calenturas, por cuyas razones el expresado religioso se resuelve a fundarlos y po- blarlos en paraje más sano, de mejores conveniencias y más próximo al pueblo de su cargo para poder asistir a uno y otro, hasta tanto que, habiendo religioso, se entregue del primero, reservando asistir solamente a este último. Tiene avisados a dichos indios de esta resolución. Congregación de San Fidel de Sigmaringa de Capanaparo, juris- dicción de Barinas y diócesis de Caracas.— A las márgenes del río Capanaparo, siguiendo las aguas para el naciente, distante de la de Corocoro como catorce leguas, tenemos congregados, siete años hace, ciento noventa y tres almas de indios gentiles de la nación otomaca, por decir ellos que allí quieren fundarse. Aquel terreno carece de todas las proporciones para su fundación y establecimiento, por lo que y por la misma necesidad de misionero, no se ha tratado de sa- carlos y fundarlos en paraje más cómodo y aparente. Muchos de los párvulos tienen la agua del santo bautismo por varios religiosos que les han dado vuelta en distintos tiempos. Congregación de San Antonio de Padua de Guachara, jurisdic- ción de Barinas y diócesis de Caracas.— Almas, 152.— En el año pasado de mil ochocientos ochenta y tres, mi inmediato antecesor, en la visita regular que hizo en estas nuevas reducciones, trató de solicitar varias familias de indios gentiles que habitaban entre los ríos Arauca y Cunaviche, y en efecto los congregó y puso en las matas nombradas Guacharas, situadas entre los referidos ríos y a las inme- diaciones de un caño nombrado de Agua, abundante de ella y de peje; los consoló, gratificó y aconsejó a que permaneciesen allí para fun- darse en pueblo luego que llegasen religiosos de España, que se esta- ban esperando, los que quedaron contentos y fervorosos e hicieron sus casitas. El número de almas de que se compone esta congrega- ción, era de ciento cincuenta y dos; pero al año y medio, con el motivo de que un esclavo de un hato y dos peones libres que le acompañaban, mataron en una de las playas de Río Claro a un matri- monio de estos mismos indios con todos sus hijos, reservando sólo la vida a una india muchachona, como de quince años, la que tu- vieron en su compañía el espacio de dos días usando de ella con el mayor libertinaje, y, dándole soltura, se regresó al pueblecito de su fundación, dando noticia de todo a los indios, los que inmediata- mente quemaron la población, volviéndose a su centro, de cuyo suceso

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