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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 197 que he experimentado en D. Manuel Centurión, todas son señales de un gran hipócrita, censor de ajenas costumbres con capa de celo, un poder habiente del infierno o un quid por quo de los diablos, porque su entretenimiento no es otro que apuntar las imperfecciones de los religiosos y de todo hombre de bien. Esto lo probaré con más de 20 cartas suyas en las que se verá claro lo que llevo dicho. No hay para él más dulce noticia que el que un fraile hizo esto o aquello, porque así lo pide su maledicencia. Todo esto se lo tengo dicho al Sr. Solano y que había de perder y precipitar a estos reli- giosos, pero no me ha creído aunque me consta que le ha dado sus represensiones y le ha mando y ordenado cómo los cabos deben por- tarse con los religiosos y con el Prefecto y que en las nuevas reduci- ciones no se debían meter los soldados con los indios ni gobernarlos sino los religiosos. Todo esto lo probaré estar mandado por el Sr. Solano, quien me lo avisa en las cartas respuestas a las mías, en las que me quejaba. Fuera un no acabar, Rmo., con lo que nos ha per- turbado el Sr. Centurión, y así si V. Rma. le pareciere que esta carta lleva algo así de falsedad o exageración, infórmese de los re- ligiosos que se han retirado y pregúnteseles por qué se han ido, que ellos lo dirán. No puedo negar, Rmo. P. nuestro, que nuestros hermanos han te- nido sus defectillos y que también habrán dado motivo para que algunos mal inteligenciados ni sabedores del trato de este caballero comandante dudaran de nosotros; pero a hombres capaces y entendidos no les habrá hecho tanta admiración la fuga de los religiosos y que Ori- noco no es tan dulce como algunos pensaran. Atiéndase a la primera disposición que manda S.M. que vayan religiosos antiguos y experi- mentados en estos climas, y no envió religiosos nuevos y nada ex- pertos en el ministerio misionástico; luego se sabrá bien lo que es Orinoco y no le admirará que cuatro religiosos nuevos, acabados de llegar de España y con un baño- de la ciudad de Caracas, que en esta provincia podemos decir: ¡aciamos hic, etc., que se hayan retirado y huido de este segundo Aguirre que los tiene pereciendo muertos de hambre sin un socorro ni para sus indios, maltratándolos y persiguién- dolos: ¿qué han de hacer? Pues aún espero yo que no sean ellos los últimos y puede ser que los cinco que hemos quedado nos retiremos también por los mismos motivos que ellos se han retirado: no sabe- mos lo que dispondrá el nuevo Prefecto. Yo confieso a V. Rma. que

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