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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 195 migo a Cabruta a buscar el remedio; no me los quisieron entregar; me opuse y sólo pude sacar con mil trabajos al P. Fr. Antonio que vini- mos lentos hasta Cabruta, ambos muriéndonos; por fin él murió a los cinco días de su llegada a Cabruta; y el otro Fr. Félix bajó por empeño de dos oficiales, que si no allí muere. Véase y averígilese este pasaje a ver si es verdad. Vaya otro de la misma naturaleza y aún más riguroso, que fue mandar que ningún misionero bajase de los Raudales abajo tú aun con la licencia de su Prefecto sino con la suya expresa, y no de otra suerte ni con pretexto alguno. Esto desmayó mucho a los religiosos todos. Mandó que sólo los cabos mandasen a los indios y nada el religioso o misionero: que no hiciesen comunidad los indios a su mi- sionero: que no hiciesen los indios servicio alguno a los misioneros si no lo pagaban. En fin, ha llegado el término de cargar los religio- sos la leña y el agua en sus sagradas cabezas: dígalo el P. Fr. Félix y lo dijera el P. Fr. Diniosio de Jerez, si viviera, que murió de pesadumbres, y el P. Martos lo mismo. No quiso que los religiosos fuesen por su limosna o sínodo a Santa Fe: los ha tenido en la ma- yor inopia que se puede excogitar. Desde que salieron de Caracas, que allí tomaron el sínodo del año de 70, no se le ha vuelto a dar socorro alguno hasta la presente, ni a enfermos ni a sanos. Yo he su- plido buscando más de 500 pesos para socorrer a algunos, como consta de sus obligaciones que tengo y ni se me han vuelto para poder sa- tisfacer mis acreedores que me los suplicaron. Para poder remediar algunas necesidades, viendo que perecían mis religiosos y este Co- mandante de nada nos surtía, a mi bajada a Guayana le insinué la común necesidad de los religiosos. Me dijo que no había llegado el maestre de plata, y que, aunque llegara, no me surtiría hasta que es- tuviese completo el año. Le repliqué que con qué habían de pasar los religiosos en unos territorios tan estériles y sin haber vecinos ni bien ni malhechores para pedir limosna para poder mantenerse. Me respondió que no daba nada porque, si se morían los religiosos, perdía el rey esa limosna adelantada. Entonces, levantando los ojos al cielo, le dije: 'Esto es ya echarnos de Orinoco y que nos precipi- temos a una desesperación de retirarnos". Dijo: "Vale, que no le faltarán ministros al rey". Le respondí: "Pues también no le faltarán ministros que miren por éstos de Dios y del rey".

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