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152 I'UENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA inunden aquel país, a fin de que éstas alcancen hasta el alto Orinoco, con quien contigua dicho país, como también para que haya seminario para otras fundaciones y para los abastos de carnes saladas y grasos en donde lo necesiten. Tengo presentes las dos villas de españoles de San Carlos de Austria y de San Jaime; la primera es opulenta en gentes y caudales; la segunda, aunque ha florecido y fructificado, se halla atrasada en el día y me creo sea el motivo de esta diferencia: que la de San Carlos, a más de haberle tocado útil demarcación, obtuvo esta villa la regalía de S. M. de que cuanto descubriese de terreno por la parte del sur, cayese bajo de su jurisdicción real y diezmería. La de San Jaime no contiene más que la demarcación que la ley prefine y, por lo mismo que ha criado muchos ganados, ha sucedido que la tierra alta en donde inverna con el alporco del mismo ganado ha criado los matorrales inútiles de mastranto, artemisa, escoba y otros que han extinguido el pasto bueno y la tierra baja, en donde veranea; ha criado mucho espino, de modo que, computado el todo de su terreno, se halla hoy la mitad de él del todo inútil, cuyo defecto es ya insanable. Por todo lo dicho, repito ser muy conveniente, la propuesta demarcación. Esta convendría se hiciese por un agrimensor de parte de S. M., tanto por que se haga fiel y legal, cuanto por obviar en lo venidero las contencio- nes que con quebranto de los colonos suelen ofrecerse. Para la elección del sitio, según las circunstancias que las reales leyes previenen, deberá salir de propósito un sujeto formal y celoso o cuanto más dos con el peonaje suficiente para registrar por menor el terreno, hacer elección acertada de él. En dos ocasiones a igual dili- gencia he salido yo acompañado de sujetos de bastante formalidad y al primer día han quedado cansados de esta diligencia. No omito lo referido, pues he visto perderse por entero algunas fundaciones por falta de buena elección de sitio. Para animar, atraer y fomentar a los nuevos colonos, convendría que, sobre el pie de diez a doce soldados, ocurriesen los muchos veci- flos, con lo que desecharían su timidez los primerizos, y que este pie pezmanezca hasta tanto tomo cuerpo la villa. Para atraer vecinos convendría se les hiciese a éstos algunas excepciones; sea una la de los alardes, respecto a que necesitan de todo el tiempo para su establecimiento y más quehaceres, y porque de allí no pueden ocurrir a tiempo a otras partes en ocasión de guerras, como también porque en fundarse y permanecer en aquel sitio,
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