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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 147 ciudad de Caracas y en quince días de jornada llegar a la boca del Meta; esta consideración ha sido hecha por los más individuos de la escolta, como quienes han andado estas distancias; yo también siento lo mismo y, regulando la distancia entre ci Meta y alto Orinoco, según lo que observé el año de sesenta y cuatro, subiendo el Orinoco desde Cabruta a Maypurcs, no la considero arriba de tres jornadas; de este sentir son algunas personas prácticas con quienes en esta ocasión hablé en la boca de Meta, en ocasión que pasaban ganados del rey nuestro señor desde su hato de Carichana para Maypures. Con esta útil proporción se abrevia el camino antes trivial y preciso de bajar desde Caracas a Cabruta, que consta de cien leguas, y el de allí al alto Orinoco que son otras ciento, y éstas de peligrosa, enferma y dilatada navegación y que contiene varias puntas, hileros y caudales, y entre éstos los dos famosos de Atures y Maypures. Y respecto a que el nuevo terreno descubierto ha sido de algún agrado a los españoles que conmigo entraron, quienes dejaron marcados algu- nos sitios de criar ganados, y uno de éstos, que fue el teniente de San Jaime, mandó meter en él setecientas reses sobre el Sinoruco, una dieta del Orinoco, me persuado a que en el discurso de tres años se poblará de hatos gran parte de este nuevo terreno y que, por la parte de nuestra entrada en dicho tiempo, vendrán a quedar los vecinos de Caracas fronterizos con los de la otra banda del Orinoco, a quienes será de agrado, utilidad y alivio este nuevo vecindario. La indiada de este país parece ser cuantiosa, según lo acusa la muchedumbre de ranchos, casas y máxime caminos que por donde quiera cruzan con mucha inmediación de unos a otros; entre éstos se halló uno de tres varas de ancho sobre la montaña gruesa de Sinoruco. Como en la ocasión de nuestra entrada se hallaban los indios en las riberas del Orinoco, en la pesquería de la tortuga, cuya abundan- cia es por el mismo marzo en que entramos, no encontramos con éstos, aunque sí con huellas frescas de algunos, y como primeramente debíamos explorar el terreno para proceder con acierto a la erección de las nuevas poblaciones y esto no podía hacerse sin aparato y res- guardo de armas defensivas, no tuvimos por oportuna esta ocasión para el hecho de la población; por tanto, sólo pretendimos, como de hecho se practicó, el no ofender los ranchos, pueblos ni laborcillas de 'os indios, atendiendo a que, habiéndose de fundar éstos en su propio

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