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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 139 cabo nuevo con orden que no me asistiese en nada, como lo hizo, y entonces deliberé bajar a Cabruta a medicinarme y providenciarme. El cabo me denegó embarcación y bogas, y, viendo esto los que me habían traído de Antures, me dijeron que ellos me bajarían y vol- verían a subir, y así pude salir. Y, habiendo llegado a Urbana, díjele a dicho corregidor que por qué me había quitado la embarcación de mi uso de semejante modo, y me dijo que lo había hecho por urgen- cia que se le había ofrecido. Diómela entonces, pero le cambió el timón, y estuvimos a pique de haber naufragado por este hecho. Desde Cabruta se le escribió al Sr. Centurión mi lastimoso estado y se le suplicaba se sirviese mandar a su corregidor nos so- corriese de algún modo a cuenta de nuestro sínodo. Y respondió dicho Sr. Centurión que ocurriésemos a dicho corregidor, a quien le orde- naba que a cada mes nos asistiese con 10 pesos a cuenta de nuestro sínodo, y, habiendo ocurrido, nunca se verificó el darnos nada. El rey nuestro señor, q.D.g., disponía que e] mismo sínodo, que tenían los Padres Jesuitas, nos socorriese a nosotros, y, habiendo estado seis meses con los tres pueblos a mi cargo, nunca me dieron nada y se me quedaron con todo. Desde Cabruta me trajeron a esta ciudad para medicinarme y para informar al Sr. Solano, quien, habiéndome hecho presente un infor- me denigrativo, que contra nosotros le había hecho el Sr. Centurión satisfícele de modo con los papeles de los cabos citados y cartas del corregidor Guido, que quedó su Señoría satisfecho de nuestra con- ducta religiosa y del dolo y malicia de Centurión. Con el mismo in- forme le decía al Sr. Solano que tenía exhortado ci Ilmo. de Puerto Rico, que lo era en la ocasión el que tenemos en esta ciudad, que mandase clérigos para servir aquellos pueblos, que estaban ya a nues- tro cargo. MandcSlos su Ilma. y, experimentando estos clérigos la misma tiranía que nosotros, el uno murió luego de necesidad, y los otros se mudaron, con abandono de dichos pueblos. Con este acaecido, el Sr, Solano habló al R.P. Provincial de la Observancia, que lo era el R . P. Tomás Valero, que vive aún en este convento de Caracas, para que enviase unos religiosos de su Orden a servir dichos puebos y, habiéndolos mandado, a poco tiem- po le escribieron dichos religiosos a dicho R. P. Provincial cercio- rándole del trato tan tirano e ignominoso que toleraban y que un religioso ya había muerto colmado de trabajo, de que resultó que

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