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120 PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA Los pocos soldados que dejó V. S. en su propartida a España, se hallan agradecidísimos al buen trato que les han hecho en el espa- cio de cinco años que viven con ellos. Mejor lo dice Juan Mateo de las Nieves, soldado y compañero de los referidos, quien, yendo a cazar con algunos indios de los que habitan en las cabeceras de Río Negro, cayó enfermo en este viaje y lo llevaron no a San Carlos, sino a su cerca, en donde se ha mantenido ocho meses con ellos, curándolo y asistiéndole como a uno de ellos mismos, hasta que el sargento Don Miguel José Comides envió por él y lo despachó a Ciudad Real, en donde se está curando y medicinando. Experimenté finalmente más que nunca el cariño y sencillez de ánimo el día que me despedí de ellos para venir a hablar a V. S., pues hicieron las más tiernas demostraciones, llantos y súplicas que se pueden imaginar aun en los más domesticados en la fe, a fin de detenerme, juzgando los dejaba para siempre, pero quedaron consolados en algún modo con haberles dejado al Padre Fray Felipe de Málaga ínterin yo volvía. Establecidas las dos fundaciones, determiné viajar yo sólo por el Río Negro a registrar y cerciorarme no sólo de las fortificaciones, que nuestros vecinos los portugueses poseen en el territorio que a nuestro soberano han usurpado, como también lo favorable de estas tierras. A distancia de 20 leguas de San Carlos encontré un pueblo llama- do San José de los Marivitanas, donde tiene Su Majestad portuguesa una fortificación de figura de reducto de 40 varas de frente, guarne- cida de dos cañones de a cuatro montados y 10 pedreros, con un teniente, un alférez, un sargento y 25 hombres de guarnición con sus correspondientes armas y municiones. Me recibió el comandan- te con mucho agrado y política y con la misma franqueé para ver otras 4 o 5 poblaciones chicas, que tienen hasta Mariba, llamada Villanova de Barcelos, distante 60 leguas del primer pueblo o fortificación. Aquí reside el teniente coronel Don Joaquín Tinoco y Valente, gobernador de esta villa y de toda la jurisdicción del Río Negro hasta donde desem- boca en el Marañón o río de Amazonas. Me recibió cortésmente y me dijo tenía bajo su mando 300 hombres de tropa veterana con sus armas correspondientes para la custodia del Río Negro y poner los desta- camentos que convenga. No puedo menos de advertir a V. S. el dolor que me ha causado ver que los portugueses, desde el tiempo de esta última guerra, se

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