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118 -- PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA o 20 días, en que tuve el gusto de contar yo mismo, acompañado del sargento Don José Miguel Cornieles y su tropa, hasta 419 indios de las naciones guamoitana, marivisana, manitivitana, marivigena, man- vitana, biaquena, manipisana, urbanavis, con sus capitanes Mara, Maca- pi, Cucubi, Guaj aya, Yate, Anome, Aiemare, Chivicure, Juan Marce- lo, Maroa y Damare. A éstos después agregué la india Mavideo con su familia, que será el número de 40 a 50 almas, hija del gran capitán Guaicana, que dominó muchas naciones de las de Río Negro y así respetaban y obedecían a esta india como a su señora. A ésta la hice buscar y encon- tré en la mitad del caño Pasimona, que desemboca del Casiquiani, un día distante de su boca. Estaba al abrigo de su tío Mavideo, capitán de la nación maldavaca, que ocupa las cabeceras de dicho caño, dis- tante de San Carlos 22 días de camino al este, agua arriba, cuyos indios no he podido reducir aun más que a dicha india. Su madre, su hermano Cachupa, su tío llamado Chivicure y toda su gente quedaron destinados a poblar en la misión de San Francisco Solano, frente de San Carlos, al oeste de Río Negro, donde los catequizó su presidente fundador Fray Felipe de Málaga, a quien se los entregué. Tuve algunas juntas con los capitanes de estas naciones para la elección de los parajes de las fundaciones y de común acuerdo divi- dieron a sus naciones en dos, juntándose en cada cuadrilla las más amigas, y determinaron fundar los unos en San Carlos y los otros en San Francisco Solano. Viéndolos convenidos, sin perder tiempo se les empezó a cate- quizar y bautizar los niños y adultos; y tuve la complacencia de dejar el día de mi partida, que fue el 13 de septiembre, 200 almas cristianas en los dos pueblos, como consta de los libros parroquiales y matrículas, firmadas de los cabos militares de la escolta de estas dos misiones, las que he entregado a los señores comandantes del Orinoco y Río Negro, Don José Iturriaga y Don Joaquín Moreno, haciendo también patente a sus Señorías la continua deserción de indios de los pueblos portu- gueses, que a los nuestros se acogen, pues, desde el primero de mayo hasta septiembre, pasan de 50 a 60 almas, que les hemos dado cuartel y buen recibimiento, según lo han dispuesto dichos señores coman- dantes en sus apuntamientos militares; sin que se dé ejemplar que de nuestros indios se hayan pasado a los pueblos portugueses, antes bien, nos instan y claman los indios portugueses que los traigamos a
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