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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 117 raudal, en cuya situación encontré aún los resquicios de la fundación que V. S. allí emprendió con el capitán y sus gentes. Reconocido tan desfavorable terreno, Continué mi marcha hasta llegar al paraje llamado Garita de Buena Guardia, que por orden de V. S. se fabricó donde el río Orinoco derrama parte de sus aguas al sur, formando un caño o brazo llamado Casiquiari, distante 60 leguas de Santa Bárbara, en cuyo distrito no hallamos más población de indios que la del capitán Davicape, de la nación cattarepana, media legua distante río arriba del Casiquiari. Este capitán y su gente me salieron a recibir armados, mas con señales de amigos, como después lo experimenté al tiempo que me detuve para conferirle el fin de mi viaje, de que resultó pedirme un religioso. Le respondí me presentase su gente, lo que al punto ejecutó poniéndome delante hasta 30 almas, diciendo que los demás estaban cazando; y, viendo tan corto número, le rogué bajase a Río Negro para poblar con los demás capitanes, que estaban de acuerdo, y si no, que esperase mi subida, que iría a ver al capitán Guarapa, nación maquiritare, residente en el río Padamo, distante de aquel sitio tres días. Y, convenido éste y su hermano, que residía en el río Cunucunuma medio día apartado de él y que a todos los poblaría, persuadido de mis razones, se convino y me despedí para seguir mi camino. El día 26 de marzo tomé mi derrota por el Casiquiari abajo, río caudaloso, que como he dicho se forma de Orinoco. Anduvimos 100 leguas sin encontrar gente ni poblaciones hasta el fin de este río cerca de su boca o Río Negro, donde vimos algunas rancherías de indios desperdigados. Les hablé y reduje a que dieran la palabra de bajar al día siguiente a Río Negro a juntarse conmigo, que fielmente ejecutaron llevándonos frutas, pescados y otros comestibles. El día 1 de abril entramos a Río Negro por la boca del Casiquiari, donde muere ya dicho río; y a poca distancia de ella está el raudal llamado Cucui, cuyo nombre toma el capitán de la nación manitivitana, que habita en estas orillas; salióme a recibir saludando con la descarga de las armas de fuego que tenían; le correspondimos con otra igual. Le hice mi embajada, le persuadí con facilidad y proseguí hasta el sitio de San Carlos, fin de nuestra comisión, donde llegamos el mismo día a las dos de la tarde. Descansó la gente algunos días e ínterin tomé las providencias necesarias para la convocación de indios, que pude conseguir a los 15

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