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116 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA Negro, salí de la ciudad de Caracas a mediados de diciembre del año 64 para juntarme, según el mandato de V. S. y mi Prelado, con cinco religiosos de mi Sagrada Orden, que se hallaban en Cabruta, misión fundada en los límites de esta provincia y a las orillas del Orinoco. A pocos días de haber llegado a Cabruta dispuse mi marcha para el Río Negro con los cinco religiosos, que la ejecutamos el día 24 de enero del 65. El día 22 de febrero llegamos al raudal grande de Maipures con la dilación de 28 días, causada por la conducción de nuestros pobres equipajes, los de la escolta, víveres y municiones y los penosos pasos de raudales. Luego que nos vimos en dicho pueblo de San José de Maipures, primer lugar de nuestros territorios, celebramos, ajustados a la real ordenación quinta de nuestras sagradas y reales ordenaciones, la prime- ra elección canónica. Practicada tan precisa diligencia, seguí la marcha con tres religiosos, dejando los otros dos en Maipures; y desde el día 5 de marzo, que fue la salida, nos sucedió lo siguiente. A 30 leguas de Maipures, río Orinoco arriba, hallamos las bocas de los ríos Guaiviarri y Atabapo, sitio donde V. S. fundó la ciudad de San Fernando de Atabapo, ya destruida, de cuya fundación sólo encontramos algunas cortas reliquias por señal de lo que había sido. Frente de estas bocas, al este del Orinoco, encontramos al capitán Capi, canivare, hermano del gran Crucero, capitán de la nación guipunabe, a los que V. S. redujo con el capitán Innao, capitán de la nación manaoas, con todas sus gentes, que serían hasta 40 personas. Nos reci- bieron amigablemente pidiéndome les diera un ministro y, aprove- chando tan feliz coyuntura, les persuadí venía enviado de Su Majes- tad Católica para su población y dirección espiritual; que así juntasen todos los indios, que me habían insinuado, les acompañaría y, a mi bajada de Río Negro, les pondría un religioso para que poblasen todos juntos. Quedaron satisfechos y me dieron palabra de juntar las gentes para dicho tiempo. Proseguí mi derrota y a distancia de 25 leguas llegamos al raudal y sitio de Santa Bárbara, donde V. S. estuvo, y, por estar bien infor- mado de lo ventajoso para siembras y crías de ganado de este paraje, no me dilato en explicarlo; sólo digo me parece el más apto para la población y reducción de las naciones adiuriana, macinirave y otras que moran en el río Bentuario, cuyas bocas se despeñan en este

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