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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 89 por bien, como lo hice, escribir al cabildo de Barinas, despachándole propio para ver si el teniente de aquella ciudad había traído orden del rey nuestro señor, del virrey o de su cabildo para haber ejecutado seme- jante, a mi parecer, segundo absurdo. Por lo que me ha parecido, antes de responderle, darle cuenta a V. I. y al señor gobernador, remi- tie'ndoles, como lo hago, el tanto de la carta que a dicho cabildo mandé, como su respuesta, la que envié original al señor gobernador para que así S. S. como V. I. vean el quid faciendum en el presente caso, pues se hallan en grandísimo desconsuelo y perplejidad aquellos pobladores y vecinos. Yo, Sr. Ilmo., en tiempo de mi prefectura y del gobierno del Excmo. Sr. Don Felipe Ricardos, para cumplir lo que el rey nuestro señor manda a los misioneros, habiendo entregado al Ordinario la villa de Todos los Santos de Calabozo y el pueblo de misión de San Francisco Javier de Agua de Culebras, para adelantar así los pue- blos de misiones como los de españoles, saqué para ellos los despa- chos competentes, precediendo la presentación solemne de la real cédu- la de S. M., que para ello tienen los misioneros capuchinos de esta provincia; y para que por este medio se facilitasen las reducciones de los indios gentiles, que se hallan en el centro de estos llanos, y sernos casi imposible, así por la esterelidad y pobreza en que se halla esta provincia como por lo muy avanzado que se hallan los indios hacia Orinoco, no poder estas misiones costear las jornadas anuales que se deben hacer, pues ni tenemos escolta de soldados pagada por S. lvi., como tienen los misioneros de las demás Religiones, ni menos orden del rey para que de sus reales haberes se costeen; por lo que se ven precisados los Prefectos a echar mano para lo dicho del corto sínodo de 50 pesos, que manda S. M. se le dé de sus cajas reales a cada religioso anualmente para sus precisas necesidades, lo que ni aun es suficiente para los costos de una jornada, cuánto más para mante- ner los indios que se sacan y fundarles sus pueblos. Por lo que los pobladores y vecinos de las villas que fundamos, son obligados a acompañarnos en nuestras conquistas. Este fue, Ilmo. Sr., el fin que tuve principalísimo para haber hecho fundar las villas de San Jaime y San Fernando, sin contradicción de alma nacida, como no la tuve y se evidencia con bastante claridad, pues, habiendo fundado a San Jaime el año de 53, no tuvo oposición de los barineses hasta el año de 60, que fue la primera invasión que hicieron a dicha villa, la que se halla hoy en día muy extendida, pobla-

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