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362 tUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA rey ni ley ni pueblo permanente. De las cosas divinas no tienen ningún conocimiento y por eso no tienen nombres para ningún misterio de fe porque sólo tienen nombres para las cosas que perciben por los sentidos, y, en fin, el querer decir de sus propiedades y rudeza, no se podrá creer si se dijera como ellas son. Desde que se fundó este pueblo, como queda dicho, hasta aho- ra, con cuanta diligencia han puesto los misionarios capuchinos que han estado asistiéndolos, sólo hay al presente doce indios de comu- nión y tres guarichas, y el día que éstas comulgaron, se les dio toca, camisa y fustán de angaripola, prometiendo a todas que, si se dispo- nían para comulgar aprendiendo a rezar, se les daría a todas lo mismo, y en seis años ha que se dijo esto, ninguna se ha dispuesto con rezar todos los días y poniendo cuanta diligencia se puede por que aprendan. Todos los demás indios y guarichas, los más de ellos no se han de saber persignar por sí y con poca esperanza de que se ade- lantarán más; y para que crean lo dicho, léase al Reverendo Padre Fray Tomás de Jesús, Carmelita Descalzo, en el tomo que imprimió De procuranda salute omnium gentium, lib. 11, folio 818, desde el párrafo que empieza "tertia claus". Los trabajos de los pobres Capuchinos que padecen en sacarlos de sus bajiales donde viven, y poblanos, no sacando ellos otra cosa que sus cuerpos en cueros y las guarichas con guayucos con que tapan solamente sus partes verendas y sin haber trabajar, y hasta que se van haciendo, los han de mantener los misionarios por no faltarles al derecho natural; y para esto los misionarios se valen de cuantas industrias pueden, ya solicitando de los españoles limosna, ya va- liéndose de las limosnas de las misas que solicitan, y ya de la infinita providencia de Dios que nunca les ha faltado para eso. Y el mayor trabajo que padece un misionario es estar solo, domando estas bestias cerreras tan indómitas, que en muchos siglos no se acabarán de aman- sar; y, en fin, sólo Dios sabe lo que en este ejercicio se padece, ha- biendo de ser los misionarios para ellos padre y madre y con el amor haber de sufrir tan bárbaras costumbres. En este estado se halla este dicho pueblo y con el cuidado de los Padres se ha hecho una arboleda de cacao razonable, que ellos la be- nefician con un mayordomo que pone el Padre, y con ella y la industria del misionario hay para vestirlos dos veces al año todo el pueblo y darles cuatro reses vacunas cada semana, darles toda la herramienta

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