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342 PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA ayuda de esto, el Padre Fray Marcelino de San Vicente; con que, qui- tándonos este inico pie, en que al presente estribamos, es preciso se arruine todo el edificio, pues será querernos tener, como los egipcios a los israelitas, cociendo ladrillos sin fuego ni materiales. 158.—La conversión de estos indios gentiles de la tercera clase, que son los que han quedado, máxime de estos llanos, que son los más incapaces que hasta ahora se han visto, no pende sólo de la predicación evangélica, pues aunque dice San Pablo que la fe ha de entrar por el oído; Fides ex auditu, a estos incapaces indios les ha de entrar primero por las manos, a costa de dádivas y dones con que han de conquistarles y ganarles primero los misioneros la voluntad, y, no teniendo medio con qué ganársela, mal se podrán reducir. 159. —A los Apóstoles les dejó Cristo la libertad de que se mantuviesen como humanos de lo que les diesen los recién conver- tidos, edentes et viventes quae apud illos sunt, afirmando que era digno el operario del precio de su trabajo: Dignus est enim operarius mercede rna; pero a nosotros los misioneros capuchinos no sólo no nos queda esa libertad para con los indios que reducimos, de que ellos nos hayan de sustentar, si no es que nos queda la precisión y el grava- men de por vida el que nosotros los hayamos de sustentar a ellos y darles el vestuario, las herramientas, curación y medicinas en sus enfermedades y las demás menudencias que son precisas y necesarias para la vida humana, sociable y política; y aun, además de esto, muchas cosas que, aunque no son precisas para la vida humana, son necesarias para tenerlos gratos y contentos. Y esto sucede con los pueblos de indios que fundamos al abrigo de pueblos de españoles. Que los que se han fundado y hoy existan fuera de este abrigo, como son los pueblos de Iguana y Altamira, es necesario estarles de continuo grati- ficando para que no se huyan y vuelvan al gentilismo. Siendo estos indios de tan rara naturaleza que, viviendo en sus tierras desnu- dos, sin más alhajas que su arco y flechas y contentándose para su manutención con tan poco, como son animales inmundos, frutas y raíces silvestres, en llegando a poblarse, nada les contenta y todo les parece poco; y tanto duran poblados, cuanto les duraren al misio- nero los dones para gratificarlos. 160.—Entre otros muchos ejemplares que omito, por no ser dilatado, sólo pondré el que sucedió el año de 1729. Entró un obispo francés este año en el Orinoco con un Breve del Señor Benedicto XIII para entender en la conversión de los indios gentiles de dicho río; y

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