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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 337 de San Felipe, se pongan en curas clérigos, por suponer, según el informe hecho por dicho Señor Lardizábal, ser de notable perjuicio por (decir), ser refugio y abrigo de los tratantes en ilícito comercio. Cuya real cédula, habiendo llegado a dicho Señor Lardizábal dos años antes que concluyese su gobierno, no la puso en ejecución, desengañado ya del siniestro informe que se le había hecho contra las misiones y misioneros; pues, como dicho señor no había podido por sus emba- razos visitar la provincia, con su buen celo del servicio del rey nuestro señor, se dejó llevar de lo que informaron los émulos y enemigos de las misiones y los que querían apoderarse de las tierras, que poseían propias los miserables indios que defendían los misioneros, como cons- ta de los autos que se siguieron después ante el juez compositor de tierras, que dio sentencia a favor de las misiones; pues, habiéndose introducido los vecinos de San Felipe, y especialmente el escribano que entonces era Don Francisco Viñas, hasta las mismas casas de los indios, haciendo rozas y talando los montes para sus sementeras, ocu- rrieron los indios al Prefecto que entonces era, Fray Salvador de Cádiz, para que los defendiese; y, no atreviéndose éste a hacerlo por excusar litis y calumnias, concluida su prelacía, tomó la mano movido de caridad, y, como quien había visto ocularmente el perjuicio que se hacía a aquellos miserables indios, Don Ignacio de Loperena, Factor de la Real Compañía Guipuzcoana que fue de la ciudad de San Felipe, y con poder que tenía de las misiones, pareció en juicio, y alegando lo que convino, se dio sentencia a favor de las misiones, amparando a los indios en la posesión de sus tierras y en la legua que el rey nuestro señor les concede. 4. 152.—Sentidos de esto los expresados vecinos de San Felipe, volvieron a renovar contra los misioneros su encono por medio de un juez comisionario, llamado Gabriel Bautista del Campo, quien por los fines torcidos, que en este manifiesto se omiten, y con el pretexto de un delincuente, fugitivo de la fortificación o castillo del Puerto de Cabello, que se había refugiado, no en el pueblo sino en la iglesia de la misión de Nuestra Señora del Carmen, influyó al Excelentísimo Señor Gobernador Don Gabriel de Zuloaga contra las expresadas misiones, con el ánimo depravado de quitar de aquellos contornos a los Capuchinos, testigos oculares de sus depravadas operaciones contra Dios y el rey nuestro señor; y, llevado de este influjo dicho señor excelentísimo, siendo así que en cerca de ocho años que gobernaba esta provincia, no había tenido que adiccionar en los misioneros, antes sí

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