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I4ISIONDE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS - - 333 cerrarle el puerto, que lo precisó a que quedasen dos religiosos admi- nistrando los pueblos de Guairia y Sabaneta, y en breve tiempo agre- garon los indios que estaban dispersos en los montes. Estos autos, diligencias y exhortos pasaron el año de 1718, y de ella y con ellos se dio cuenta a Su Majestad y al Reverendísimo Padre Comisario General. 147.—Las treinta familias de Islas, para fomentar las misiones de Guayana, llegaron este año con una real cédula de Su Majestad para que los oficiales de la ciudad de Santa Fe, en el Nuevo Reino de Granada, entregasen cierta cantidad a los misioneros de Guayana para socorro de aquellas nuevas reducciones y fomento de las treinta familias de isleños que habían ido. Pasó a su cobranza, de orden del Prefecto de aquellas misiones, Fray Mariano de Seba, y al mismo tiempo pasó, en compañía del Padre Fray Bartolomé de San Miguel, el Padre Fray Salvador de Cádiz, de orden de su Prefecto, a la dicha ciudad de Santa Fe para percibir de sus oficiales de la real hacienda otra cantidad que Su Majestad libraba a estas misiones de Caracas. Iliciéronse de parte de unas y otras misiones las diligencias necesa- rias, y, sin embargo de que el Señor Don Antonio de la Pedrosa, consejero de Indias, que se hallaba con el gobierno y superintenden- cia de aquel reino por orden de Su Majestad, hizo cuanto pudo por socorrer ambas necesidades, no pudo por no haber efectos en las reales cajas de Santa Fe, y haber otras urgencias más precisas, como lo eran el reparo de las murallas de Cartagena. Y por último, nos des- pachó sin socorro alguno, después de caminadas cerca de cuatrocientas leguas por tierra desde Caracas, y de la Guayana mayor número de leguas por el Orinoco, tierra y otros ríos. El dicho Padre Fray Salva- d de Cádiz se volvió por la Guayana para Caracas en compañía del Padre Fray Mariano de Seba y, al llegar a la Guayana y saber las familias de Isleños que no les iba el socorro que Su Majestad les había ofrecido, no es ponderable los extremos que hicieron de senti- miento; levantáronse por último dichos isleños y, desamparando la Guayana, por no poderse mantener en aquella desdicha sin socorro, los más se vinieron por tierra a esta provincia de Caracas, en donde ain hoy se mantienen algunos. Los religiosos que estaban atendiendo a los indios de las misiones del río Caroní, diez leguas de Guayana, con el abrigo de las familias de isleños, viéndose desamparados de ellos y amenazados de los caribes, con consulta del gobernador Don Pedro de Yarza, desampararon el sitio y se retiraron, unos, a Gua-

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