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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 331 que habían salido, faltándoles la doctrina, el trabajo en sus labranzas para mantener sus hijitos y mujeres y que muchos de ellos morían así de necesidad como por las enfermedades que traían de vuelta a sus pueblos, gastando en ci camino cuatro, seis y más días por lagu- nas, espinales y pantanos, de que abunda toda la isla, determinaron no enviar más a los indios para que trabajasen en las arboledas de los españoles. Viéndose éstos privados del interés que tenían en el trabajo de los indios, procuraron por varios medios expulsar a los misioneros Capuchinos de la isla, imponiéndoles varias calumnias; pero, como estaba tan fresca y reciente la sangre que habían derramado aquellos tres varones apostólicos, y tan patente el fruto que habían hecho los misioneros en la reducción de tantas almas, que daban testi- monio de su aplicación y celo en el cumplimiento de su obligación y ministerio, no pudieron prevalecer sus dañadas intenciones, hasta que, usando los medios contrarios, propusieron al gobernador que entonces era Don Felipe de Artieda, el grande celo y aplicación que los misio- neros Capuchinos habían tenido en el cumplimiento de su ministerio, pues tenían ya reducidos y poblados todos los indios gentiles que había en la isla, y que, habiendo en diferentes ocasiones enviado Su Majestad, a costa de su real hacienda, veinte y cuatro religiosos a aquellas conversiones, no sería razón se gravase más su real erario, sino es que se empleasen los que habían quedado en la conversión de los gentiles del Orinoco, y que se pusiesen en doctrinas de clérigos los pueblos de misión que tenían en la isla y sus indios en su contri- bución, etc. Con esta persuasión informó dicho gobernador a Su Ma- jestad el año de 1707 lo que consta de su real cédula despachada en len Retiro, a 15 de agosto de 1708, y está al folio 24, y por ella determinó se pusiesen los pueblos en doctrina de curas Clérigos y en contribución, y que pasasen los misioneros a cultivar los indios de Guayana. 142.—Por este medio consiguieron el echar a los misioneros capu- chinos de los pueblos, pero no el aprovecharse del trabajo de los indios, como se verá después, pues se huyeron todos los más a los montes. 143.—Habiendo llegado la citada real cédula y notificada a los misioneros, viendo éstos que aún no estaban los indios en estado de dejarlos de la mano y ponerlos en contribución, suplicaron de ella ante el gobernador, pidiéndole suspendiese su ejecución hasta que,

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