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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 321 127.—Pasemos ahora a los trabajos y angustias que cuesta el disponer una de estas jornadas o expediciones, que no son menores, pues, como si nosotros fuéramos los interesados en lo temporal, y como si fuéramos a una gran diversión, delicias o recreos, nos cuesta el gratificar a los tenientes o alcaldes de las villas o ciudades inme- diatas, para que, ya que no nos ayuden, no nos embaracen esta santa obra. Tres o cuatro meses antes de salir a la jornada, es necesario ocuparse dos religiosos en las prevenciones que se han de llevar a la expedición, reclutando la gente que se juzga necesario para escoltar a los misioneros y para traer los indios que se reducen; para lo cual es necesario que salgan a buscarlos a las ciudades, villas y lugares más inmediatos de españoles y persuadirles con muchas pláticas y sermones que para este fin se hacen, a que se sacrifiquen a una em- presa tan del servicio de ambas majestades, cual es la conversión de las almas. De estos soldados que alistamos, unos van voluntarios y otros pagados, llevando cada uno diez pesos de sueldo cada mes, como es costumbre del país. Fuera de lo dicho, han de solicitar los religiosos ci sustento, los víveres, municiones y las armas, que han de llevar, para usar de ellas en caso necesario y preciso para la natural defensa, como sucede de ordinario. Además de esto, es necesario dar un vestido a cada uno de los soldados e indios que van de viaje a estas jornadas, pues, como queda dicho en el número antecedente, en la primera correría que se hace por brcfías y espinales, salimos todos desnudos y despe- dazados, y ultra que el mucho sudor que ocasiona el país tan cálido y os soles tan ardientes, hace pudrir la ropa en el cuerpo en cuatro me's. Y sin embargo de que sean estos vestidos que precisamente se les ha de dar, del género más ruin y más barato del país, como del bramante o crudo, cuesta todavía cada vestido tres o cuatro pe- sos; de forma que la jornada que menos nos ha costado, sube a mu- chos pesos, como al fin de todo se sacará por cuenta; y esto se en- tiende estrechándose a lo preciso e indispensable. Y como quiera que para estas expediciones no nos libra cosa alguna el rey nuestro señor, ni las misiones tienen rentas ni fondos para cubrir estos ni otros gastos, no es ponderable el trabajo, el afán y las diligencias que cuesta a los pobres misioneros una de estas expediciones, apli- cando para esto la mayor actividad en solicitar de algunos devotos alguna limosna pata ayuda de estos gastos, supliendo la mayor parte,

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