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320 PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA metidos de los indios bravos o de las fieras de aquellos montes, como le sucedió el año próximo pasado, según queda referido, en una de sus expediciones del año de 1744 al Padre Fray Miguel de Vélez y a su escolta, de la que mataron un soldado e hirieron a nueve. Todo lo cual, con otros muchos trabajos que por no ser prolijo omito, padecemos los misioneros capuchinos en esta provincia en cuantas jornadas y expediciones se hacen anualmente para convertir los indios gentiles y reducirlos al rebaño de Jesucristo y obediencia de nuestro señor; por- que, como nunca sabemos el paraje o sitio en que se pueden hallar, pues, como queda advertido en el principio de los prenotados, no tienen estos indios poblaciones ni parajes determinados en que habi- ten, mudándose con facilidad en aduares o rancherías de unas a otras partes, no podemos tomar punto fijo en la dirección de nuestras jor- nadas, ya marchando y contramarchando, según los indicios, de que ellos tienen gran sagacidad de ocultar para que no los saquemos por ellos, pues hasta el fuego que es preciso hagan para cocer sus raíces o cacerías, lo hacen con tal arte y disposición, que no pueda subir el humo, para que no los busquen por este indicio. Por cuya causa y otras cautelas y astucias de que ellos usan, se aumenta nuestro tra- bajo, y así andamos de ordinario errantes por aquellas campiñas, ca- ños y lagunas, buscando siempre lo más áspero y condenso de las breñas y espinales, por ser éstos los sitios que ellos eligen y en donde suelen habitar aquellos bárbaros huyendo siempre de nosotros y de toda sociabilidad humana, y evitando la ocasión de que puedan dar con ellos. Estos son algunos de los trabajos que padecemos en estas expediciones, pues, aunque a ellas íbamos en otros tiempos a caballo y en el estado presente en canoas, siempre en unas y otras ocasiones duraba este alivio hasta llegar a los parajes que de ordinario habitan los indios; y, como quiera que a dichos sitios no se puede llegar a caballo ni en canoas, dejando éstas en el Real, que se planta con al- gunos soldados en guarda y custodia de ellas y de los víveres, muni- ciones y demás pertrechos que llevamos, cargando de éstos lo que puede llevar cada soldado consigo, que cuando más puede llevar bas- timentos para cuatro días, comenzarnos a pie nuestras correrías, que suelen durar cada una quince días, manteniéndose, después que se acaban los bastimentos que cada uno lleva, de las raíces y frutas sil- vestres, como los indios bárbaros.

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